Más allá de los raíles (fragmento)Mercedes Salisachs
Más allá de los raíles (fragmento)

"Cuando la noche recuperó su palidez, supo que no estaba solo con la niña, que, en realidad, nunca lo había estado. Vigilaba una creación inmensa, un futuro eterno, y un interminable desfile de generaciones pasadas. Todo aquello acabaría tarde o temprano pidiéndole cuentas por lo que acababa de hacer.
También él se las estaba pidiendo a sí mismo; de un modo subjetivo, resignándose a su estupor, sin molestarse en buscar una disculpa. No podía pensar. Pensar equivalía a dejar que aflorase el eterno, el constante, el inolvidable «punto de partida». Y en aquellos instantes, más que nunca, debía procurar olvidarlo.
De improviso la noche era pálida. La tensión había cedido y el tinte de la tierra se volvía normal. Todo era calma y regularidad.
Todo salvo sus ideas. Allí no había ni tormenta ni calma. Había muerte voluntaria y decidida, más pálida aún que la propia noche.
Veía los argumentos de veinte siglos disueltos en aquella palidez. Era difícil coordinar las causas de su disolución. Era difícil y era angustioso.
Pero la conciencia y el sentido de la vida (la cotidiana, la doméstica) volvían a él a ramalazos inevitables, escuetos, poniéndole a flote a pesar suyo, obligándole a pensar y a «darse cuenta» de lo que había hecho.
Dolía pensar.
Algo en la boca le producía náuseas; un pedazo de trenza. Se apartó y escupió.
La niña abrió los ojos.
Recordó que apenas se había defendido. Había intentado gritar, pero él consiguió ahogar aquellos gritos con su propia boca.
No por besarla, sino por apagar sus gritos.
Tenía unos labios pequeños e indecisos. Era una boca demasiado insípida para ser besada.
Podía haber pertenecido a una muñeca de goma.
Resultaba extraño tenerla allí, tan cerca, tan íntimamente cerca.
Le miraba (otra vez), fijamente con una mirada seca; sin lágrimas y sin brillo, dolida, estoica.
Podía ser una mirada interrogante. Acaso una pregunta directa a los entresijos del hombre, a todos sus misterios. "



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