El final (fragmento)Attila Bartis
El final (fragmento)

"En cuanto a mí, palabras como éstas me repugnaban. Entiendo que «los demás» son los judíos, dije. Si pensara eso lo habría dicho. Lamento que precisamente mi hijo tenga dudas al respecto. No tengo dudas al respecto. Ya que hablamos de ello: Köszegi, por ejemplo, es judío. No albergaba la más mínima duda, dije. ¿Ves?, ese cínico comentario rezuma antisemitismo, hijo. Que no existe, en cambio, cuando digo que hay que aprender de ellos. Yo no hablo de los judíos ni de los masones, sino de algo que abarca el mundo entero, que no está limitado ni a un solo lugar ni a una sola persona. Por lo que nunca podrán desca­bezarlo. En cambio yo creo que en cuanto les convenga, tenga las cabezas que tenga, lo descabezarán de un solo disparo. No se le puede pegar un tiro en la cabeza a medio mundo, hijo. ¿Sabes?, el problema que yo tengo es que creo que quinientas personas no son precisamente medio mundo. Y que a Köszegi no le importa lo más mínimo que mi padre tenga cáncer. ¡Köszegi no tiene nada que ver en esto! ¡Pero yo sí tengo que ver con que mi padre, que fue capaz de juzgar si mi amigo había sido o no captado, esconda en la estufa una lista de nombres con sus direcciones! ¡Cállate! ¡Te lo pido por favor; cállate, hijo! ¿Sabes tú quién esconde cualquier bobada en una estufa? ¡Un niño tonto! ¡Ahí escondí yo la goma de colores que robé de tu escritorio cuando tenía seis años! ¡Porque aunque no podía dejar de mirarla una y otra vez, nunca se te ocurrió preguntarme si la quería! Debiste habérmela pedido. No recuerdo haberte negado nunca nada. Un niño que a los seis años lee a Petőfi ya no necesita para nada una goma de colores, padre. Si no fueras mi hijo, te pediría que te largaras ahora mismo. Por suerte estamos en mi habitación. (LA PISCINA) Sueño con mi madre. Se ha divorciado de mi padre y vive en Budapest con un actor ya anciano. No la he visto desde hace tres años, ésta es la primera vez que me acerco a visitarla. Se ha puesto muy contenta cuando he llegado porque ya me estaba echando de menos; sonríe. El actor no está en casa. Mi madre lleva una bata de color celeste. Me conduce hasta el cuarto de baño por un largo y penumbroso pasillo. El lavabo está lleno de agua, flota en él una sandía. Está enfriándose. Sobre la repisa del lavabo, un cuchillo de mango negro. Mi madre me lo pone en la mano para que la abra, pero la sandía, a pesar del agua fría, aún está tibia. Le sugiero esperar a que se enfríe. Pero ella manifiesta tener ya muchas ganas de comérsela. La rajo por la mitad. Dentro, el corazón de mi madre. Mientras ella desaparece, su corazón palpita en mis manos. Me despierto tranquilo, sé que no es verdad. Kornél está ya sentado con su cuaderno delante, concentrado en minucias. Fuera brilla el sol. Cuando le cuento mi sueño, me dice que yo no he matado a mi madre, y que tampoco estoy matando a mi padre. Le digo que lo sé, que no creo que el sueño trate de eso. Que sólo es un sueño agradable. A lo que él argumenta que los sueños agradables no son así. Me visto y bajamos a la cocina. Su madre no quiere ni oírnos hablar de café hasta que no hayamos comido algo como Dios manda. Tomando buena nota de ello, damos cuenta de las rebanadas con mantequilla. Sobre el aparador, un reloj despertador ronronea su tictac. Junto a él, un tarro con leche cuajada. Me echo a reír. Kornél, sin entender nada, me mira con la boca llena. Le hago una seña creyendo que él también se tronchará de la risa, pero sigue sin entender o sin querer entender nada. ¿Qué pasa?, me pregunta. Nada, le contesto. Como el café ya está listo, se lo sirve en la taza y quiere volver a la habitación. Le sugiero que hace un tiempo espléndido. Muestra cierta reticencia pero al final nos llevamos las tazas de café al jardín y nos sentamos allí, en la trasera de la casa. "


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