Así hablaba Zorrapastro (fragmento)Ricardo Burguete
Así hablaba Zorrapastro (fragmento)

"Buscáis, cambiando el nombre de la persona, cambiar la esencia de la codicia. Cambiad de vida, y cuando tendáis á ser virtuosos, la ciudad será la menos codiciada por los gobernantes y cuando na­die la quiera á ella irán los más virtuosos. Pero esto no basta. Los mismos gobernantes ha­ rían de vuestros vicios un impuesto con que pagar su ambición y volveríais á ver crecer el mal. Es preciso ser virtuosos en absoluto... —Absoluto ha dicho—exclamó uno... y no pudo el filósofo añadir una palabra más porque las mujeres airadas mordieron á los hombres por su par­simonia y la multitud masculina, con gran estruen­do de cuerna, embistió contra él. Quedó Zorrapastro convertido en una sopa. «Nos aguaste el día, águate tú.» Y el chaparrón de los cuernos llovió sobre Zorrapastro. La indignación fue general: las mujeres, en los apretujones del auditorio, estaban á punto de colo­car sus mercancías; los hombres esperaban con los consejos de Zorrapastro aliviar de peso sus cabe­ zas; los jugadores y los polizontes esperaban ver circular el dinero del ex ministro, y cuando oyeron á éste hablar de moral respirando pobreza, germi­nó la ira en el desencanto, y á pretexto de defender el orden creció el desorden.
— ¡Ha dicho absoluto! ¡Ataca á nuestra sobera­nía! ¿Qué hacen los polizontes? —gritaban otros—. Ataca á nuestro querido gobernador. ¡Viva el go­bernador! ¡A la cárcel Zarrapastro! —Iré donde queráis. Pero donde me encerréis seré más libre que cualquiera de vosotros. La cár­cel la lleváis en vuestra estupidez misma. Buscan­ do vuestra libertad cada día os encadenáis con más pesados hierros. Vuestra moral os encadena. Vengo á hablaros de la virtud de lo que vosotros llamáis inmoral. —Zarrapastro es inmoral. Un inmoral en medio de la ciudad del cabrón pelirrojo. ¡A la cárcel! ¡A la cárcel!—aulló la multitud. —Desde la cárcel seguiré predicándoos lo que llamáis inmoralidad. Con ella seréis salvos vosotros y vuestros hijos. Vuestro maltrato es el primer síntoma de perfecta justicia. Algún día llegaréis á adorarme. El día de vuestra inmoralidad absoluta alzaréis sin pesadumbre vuestras cabezas y pele­chará el cabrón pelirrojo para no encontrar de él ni un solo pelo. "



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