La clave Morse (fragmento)Federico Campbell
La clave Morse (fragmento)

"Lo que siento es que sólo hasta cierta edad, y ésta puede ser madura, vive uno con el fantasma del padre a todas horas. Después uno se lo inventa, si fue escaso, y se lo guarda en lo más hondo. Deja uno que lo habite y sigue caminando olvidándolo, como una segunda naturaleza que no hay por qué comentar con nadie. No se habla de eso.  Me lleva en los brazos a ver a los Potros en el estadio de béisbol de la Puerta Blanca. Lo veo en la trastienda de un vecino tomándose una cervezas Mexicali con unos amigos, sobre unos barriles. Lo veo ponerse un traje elegante que le había regalado el cónsul de México en San Diego. Me dicen que está tirado allá en el bulevar, y vamos a recogerlo un amigo mío y yo. Nos lo traemos cargando. Veo mi alcancía rota a martillazos. Descubro una botella de Cuervo en la lavadora. De atenerme a las fotografías de la memoria, esas huellas cuadradas y sin papel en que fijarse, rescataría ciertas escenas aisladas, ninguna secuencia: la última vez que lo vi, por ejemplo, en su escritorio público y frente a su máquina, en mangas de camisa y con corbata. Sólo pudo regalarme un paquete de chicles a medio consumir.
Alguna vez escribió unos cuentos que tenían como escenario una peluquería y la estación del ferrocarril en Navojoa. Refería allí la historia —una estampa, una imagen— de un individuo que con un carrizo como telescopio oteaba a las muchachas que bajaban del tren o se paseaban por la terminal. El hombre de su relato lucía siempre una cachucha de visera larga, saco replanchado y flor en la solapa y era el hazmerreír del pueblo. Supongo que aquella escena solía tener lugar por las tardes, cuando disminuía el calor, hacia finales de los años veinte, época en que mi padre se iniciaba en el oficio que nunca abandonó en toda su vida, hasta mil novecientos sesenta, en Tijuana, cuando murió.
Ciertamente son muchas, pero muy vagas, las impresiones que hubieron de quedarme a lo largo de los diecinueve años que tuve contacto con él. Más tenues aún son las referencias a los primeros tiempos de su juventud en Magdalena. No era muy dado a hablar en detalle de sí mismo. Lo que traducía más bien era una emoción, un sentimiento de impotencia que lo aguijoneaba y lo amargaba. En cuanto a lo sucedido antes de que yo naciera lo sé muy de oídas; lo deduzco por algunos comentarios suyos, frases aisladas, esparcidas a través de un tiempo que nunca imaginé dilatado entre sus palabras y sus fotografías. "



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