No digas nada (fragmento)Patrick Radden Keefe
No digas nada (fragmento)

"Jean McConville tenía treinta y ocho años cuando desapareció, y se había pasado casi media vida embarazada o recuperándose de un parto. Dio a luz catorce hijos y perdió a cuatro de ellos; así pues, le quedaron diez, de edades comprendidas entre los veinte años de Anne, la mayor, y los seis años de los mellizos Billy y Jim. Traer al mundo diez hijos, y no digamos ya criarlos, puede parecer una verdadera hazaña, pero hablamos de Belfast en el año 1972, donde eran habituales las familias ultranumerosas y desorganizadas, así que Jean McConville no aspiraba a conseguir ningún premio. Y ninguno le dieron.
Todo lo contrario, pues la vida le planteó otra dura prueba cuando su marido, Arthur, falleció tras una larga y penosa enfermedad. De repente, se quedó sola, viuda, con una exigua pensión, sin un empleo remunerado y un montón de hijos a su cuidado. Desmoralizada por la magnitud de su desventura, Jean hizo cuanto estuvo en su mano para mantener una cierta estabilidad emocional. No salía apenas de casa, echaba mano de los hijos mayores para controlar a los más pequeños, y mientras tanto buscaba conservar el equilibrio —como quien ha sufrido un acceso de vértigo— a base de encender un pitillo con la colilla del anterior. Plantó cara a su desdicha y se esforzó por hacer planes para el futuro. Pero la verdadera tragedia del clan McConville no había hecho sino empezar.
(…)
Cuando Dolours y Marian eran pequeñas, Chrissie solía mandarlas escaleras arriba para que le hablaran a tía Bridie. La mujer estaba siempre sola en un dormitorio, sumida en la penumbra. A Dolours le gustaba subir de puntillas los escalones, pero su tía tenía un oído tan agudo que siempre la oía llegar. Fumaba un cigarrillo tras otro, y Dolours fue la encargada, desde que tenía ocho o nueve años, de encenderlos y ponérselos a su tía entre los labios. Dolours odiaba esa tarea, le resultaba repugnante. Se quedaba mirando a Bridie con un descaro que no habría sido normal delante de alguien que no estuviera privado de la vista, fijándose en todos los espantosos detalles de lo que le había ocurrido. Dolours era parlanchina, con esa manera infantil de soltar todo lo que se le pasaba por la cabeza. A veces le preguntaba a su tía: «¿Y no habrías preferido morirte?».
Dolours tomaba en sus manitas los muñones de su tía y acariciaba aquella piel cerosa. A veces decía que le recordaban a las «patas de un gatito». Bridie usaba gafas oscuras, y una vez Dolours vio cómo una lágrima descendía por detrás de una lente y resbalaba por su mejilla, y entonces se preguntó: Si no tiene ojos, ¿cómo puede llorar? "



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