A sangre y fuego. De la guerra civil europea (1914-1945) (fragmento)Enzo Traverso
A sangre y fuego. De la guerra civil europea (1914-1945) (fragmento)

"Pocos acontecimientos en la historia del mundo moderno han causado un impacto tan profundo como aquel que produjo la Gran Guerra sobre la cultura europea; así como hay pocos puntos de inflexión en la historia tan imprevistos y devastadores como éste. Ya hemos visto que algunos intelectuales habían imaginado la posibilidad de una guerra. Algunos pensadores habían pronosticado incluso el advenimiento de un caos generalizado en todo el continente, recordando el incendio producido a causa de la Revolución francesa y las guerras napoleónicas un siglo antes, que cambiaron la faz de Europa. Las previsiones
no fueron refutadas, pero nadie pudo imaginar que se desataría una guerra total que transformaría al Viejo Continente, modificándolo no sólo en su aspecto político-social, sino también en sus estilos de vida, en sus mentalidades, en sus culturas y en sus modos de percepción.
El pesimismo cultural que se difunde en el seno de la cultura europea a fines del siglo XIX -cuando la idea de progreso es dejada de lado en beneficio de una visión de la modernidad como decadencia- no suscita el temor de una nueva guerra. Las catástrofes del mundo moderno, enemigas del hombre y de la naturaleza, se imputan a otros factores: el advenimiento de la sociedad de masas, la «era de las multitudes» y de la democracia, la degeneración física e intelectual de las naciones ligada a la urbanización y a la rebelión de las «clases peligrosas», la degeneración racial producida por el mestizaje, el crecimiento malthusiano de la población mundial, etc. Se presentan entonces diferentes escenarios de catástrofe inminentes, aunque casi ninguno de ellos hace prever millones de muertes causadas por una guerra total. O bien, el pronóstico era tan abstracto que neutralizaba el horror, como en el caso de los darwinistas sociales y los eugenistas, los cuales festejaban la invención de armas químicas y veían en una nueva guerra la posibilidad de seleccionar a los más aptos y así eliminar el excedente demográfico mundial. Este era el punto de vista de dos sabios británicos, sir Reginald Clare Hart y Karl Pearson. En un ensayo de 1911, el primero anhelaba «una guerra de exterminio implacable contra los individuos y las naciones inferiores», mientras que el segundo daba una justificación  biológica de la guerra en tanto que medio para reforzar la virilidad de las naciones.' Pero, a pesar de que estas teorías aparecieran como legítimas en el debate científico de la época y fueran tremendamente reveladoras de una predisposición intelectual que daría lugar en las décadas siguientes a los peores delirios nacionalistas y racistas, nunca se traducían en un proyecto concreto de exterminio. El optimismo de Comte y de Spencer, que habían visto en la sociedad industrial un vector de paz y de progreso, prevalecía. Fértil en diversos puntos de vista, el imaginario europeo se mostró incapaz de prever la Gran Guerra. Los intelectuales representan la imagen de esta ceguera. "



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