Habrá que matar a los perros (fragmento), de Ley de JuegoMiguel Briante
Habrá que matar a los perros (fragmento), de Ley de Juego

"Los chicos se reían más despacio y yo sentí que Ferreyra decía algo de los perros. Estaba cerca de la Inglesa y le hablaba de los perros, le decía que por los chicos, que era peligroso. La Inglesa miró a todos y sin fijarse mucho en Ferreyra dijo que se iba a dormir, en voz alta. El doctor dijo que no estaban en el contrato y la Inglesa dijo algo como yo tampoco. Yo tampoco estoy en el contrato, dijo, o algo así. Y después dio las buenas noches. Pero nadie la oyó, porque nadie la miraba. Yo debo haber hecho alguna mueca rara, porque cuando la Inglesa empezó a subir todos se sonreían. Las mujeres, sobre todo, se reían bajito, mirándose. Los chicos pedían más pruebas. Yo apenas veía el vestido largo de la Inglesa, larguísimo, por la escalera. Pero quise hacer una pirueta, esa prueba de antes que da tanta risa, no sé por qué. Salté y la pierna dio un tirón fuerte y tuve que aflojar. Tuve que caminar dos o tres pasos como camino siempre y me toqué la cara, del dolor. Entonces los chicos se rieron en otra forma, de golpe, y empezaron a gritarme como me gritan a veces, en el pueblo. Me gritaban Torcido, el Torcido, como si estuvieran enojados, no sé. Cuando estaba saliendo, Ferreyra me dio una botella de vino, y cuando me la daba miré para arriba y ahí estaba la Inglesa, parada, con los brazos apretados contra el cuerpo. E n la pieza me tomé toda la botella, para dormirme, porque los chicos seguían y los perros empezaron a llorar. Ni tiempo tuve de sacarme la ropa de payaso ni la pintura ni nada. A la mañana casi no podía levantarme, por la pierna,
pero alcancé a ir hasta la casa. La Inglesa abrió la ventana, arriba, y me gritó. Dijo que habrá que matar los perros. Hará unos cuantos días de eso y yo casi no me puedo mover. En la entrada leí ese cartel nuevo, que clavaron en un poste. Dice “La Martita” y abajo “Asociación de Médicos Belgranenses”. Con el viento, el cartel se mueve, seguro, porque desde acá se oye el ruido. Como si no estuvieran los perros, hace rato. Desde la pieza veo una parte del terreno, y la casa. Nunca le dije a Julia que esto se parecía a la estancia. Sobre todo ahora, con ese viento y esos ruidos. Seguro que ahora la estancia más igual a esto no puede estar. Porque dice que después de la cancha de polo, la vieja les hizo meter pico a la de tenis y juntar el ladrillo y los postes en un carro. Ella daba todas las
órdenes, la vieja Laver, y empezó a toser justo cuando ya habían tirado todo lo del carro en la pileta de natación. Y debe haber quedado todo como esto, así. Antes de la inundación el viejo Rojas vino a visitarme y me contó todo. También me dijo que Julia no está trabajando en ningún lado, que vive con un vasco, no sé quién. Era distinto cuando vine, hará seis o siete años. Hace varios días que no viene nadie y difícil que vengan porque ya empezó el invierno. Hace un rato me pareció que la Inglesa se asomaba al vidrio de la ventana, allá arriba. Pero yo no pude hacerle señas ni ver si ella hacía señas o qué hacía, porque la pierna me dio una puntada fuerte que me hizo retorcer. Cuando me di vuelta ya no estaba más, y ahora tampoco estoy seguro que fuera. La ventana está cerrada. "



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