La mujer tatuada "Las huellas de los pies de sus amantes han cubierto su alcoba con un tapiz de peregrinaciones. La arcilla de su seno está llena de huellas digitales, y todo su cuerpo de jeroglíficos de colibríes, besos de sus amantes niños… El vuelo de sus cejas en su frente admirable posa un perfil de zopilote sobre los cráneos del zompantli, que echa a volar cuando sus ojos luminosos se abren… Espejo de obsidiana del brujo Tezcatlipoca; yugo de granito; ¡cóncavo vaso de sacrificios! Cuerpo macerado de inciensos como las paredes de los templos. Un pasajero amante dejó escrito su nombre en un tatuaje sobre su carne. Su esencial orquídea, como las de Mitla, surge entre las piedras del templo promulgando sangre de víctimas, imán de mariposa ilusión que flota en claros de luna o tiembla en un verde rayo de sol. La teoyamique sonríe en sus dientes y el jaguar de su ardor abre las fauces al través de una enagua de serpientes y, hélice del Calendario ancestral, su misterio sobre nuestras escamas riza elásticas plumas de quetzal. De su alma llena de sepulcros suben hasta sus ojos espectros y vislumbres de tesoros y tanta pasión suprimida; momias que emparedó el Santo Oficio ¡y hoy implacables resucitan…! Mientras su carne de cera arde con flama de pasión como gran cirio de la Inquisición. Se siente Emperatriz en las verbenas y en la profunda ergástula de sus amantes, Reina, y aspira como ídolo copales y alhucemas. Caen los besos, de sus ojeras a la sombra, en el ávido surco de su boca y sus senos se hinchan como si fueran a brotar dos rosas… En su vientre está la equino-cáctea, en su vientre infecundo ¡tan blanco como la Vía Láctea llena de mundos…! Sus pésames aúllan con los coyotes de la sierra y su máscara estampada de flores cubre una sonrisa de hiena. Como submarinas medusas en espejismos de Atlántidas ruedan sus ojos en blanco cuando entre blasfemias roncas su hombre se rinde entre sus brazos como un ahorcado en una horca. Nada hay tan semejante a una chinampa florida como su carne escondida bajo tápalos de Catay… Y a ella toda, como la gran curva de luz del cohete que en silencio vuela y suspende, doblado en festón de saúz, un jardín milagroso en la plazuela a tiempo que a la vera de la vieja casona esquiva la Llorona su fluido cuerpo de lémur y su quejido doliente y vano como de flauta hecha en un fémur humano. " epdlp.com |