Los que aman, odian (fragmento)Adolfo Bioy Casares
Los que aman, odian (fragmento)

"No vacilo en afirmar que las habitaciones de los demás pensionistas no merecieron del comisario Aubry la prolongada minuciosidad que dedicó a las del doctor Humberto Huberman.
Mientras la comitiva policial continuaba la inspección del hotel, yo no estaba inactivo. Después de poner en orden mi cuarto inicié, por mi cuenta, la investigación… Salí al corredor. ¡Cuál no sería mi sorpresa al descubrir que ningún gendarme vigilaba el lugar del crimen! Me aposté en la sombra, en el mismo sitio en que, la tarde anterior, Miguel había escuchado las disputas de Emilia y de Mary. Inmediatamente recordé cómo yo había sorprendido a Miguel y, con súbito pavor, pensé que a mí también podían sorprenderme.
Me disponía a huir, cuando unos pasos me contuvieron. Eran los de la dactilógrafa. Yo empezaba a reconocer, uno a uno, los elementos de esa casa hermética, de ese mundo limitado (como el presidiario reconoce las ratas de la cárcel y el enfermo los diseños del empapelado o las molduras del cielo raso). Blandiendo su pantalla, la cazadora apareció en la penumbra. Rondó peligrosamente, siguiendo el vuelo de las moscas. Luego se perdió en la oscuridad de los corredores.
Esperé un poco más. No era grave que me sorprendiera la dactilógrafa; convenía, sin embargo, que nadie supiera que yo había estado escondido en las inmediaciones del cuarto de Mary. Esperé demasiado. Atuel bajaba lentamente la escalera. Avanzaba con una mezcla de cautela y de firmeza que me paralizó, como la brusca revelación de un poder criminal en un hombre que hasta entonces yo había mirado con indiferencia. Entró en el cuarto de Mary. Sacó una valija que había debajo de la cama; la abrió, hurgó un rato en ella. Revisó, después, los papeles que había sobre la mesa. Parecía buscar algo. Su extraordinaria compostura no era natural; recordé a los buenos actores, que saben que tienen público y lo desdeñan… Un sudor frío me perlaba la frente. Atuel dejó los papeles; tomó del estante un libro rojo (lo reconocí: era una novela en inglés, con un emblema en la tapa, con máscaras y pistolas superpuestas); guardó el libro en el bolsillo; caminó hasta la puerta; miró hacia uno y otro lado; dio unos pasos largos y silenciosos; de nuevo se detuvo; lo vi subir los escalones, de cuatro en cuatro.
Salí por fin. Si me quedo unos minutos más, me sorprende la policía. Le ordené a mi prima que me preparara un candial. "



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