Los dos sargentos franceses (fragmento)José María Carnerero
Los dos sargentos franceses (fragmento)

"Fel. (con sorpresa). ¿Mamá se lo ha explicado?... Pues y ese padre ¿en dónde está? ¿No le ha visto usted nunca?
Car. Verle si le he visto; pero era tan pequeñita... Ya hace tiempo que vivimos en esta isla, y sin embargo nunca ha venido á vernos.
Fel. ¿Con que hace mucho que no ha visto usted a su papá, y mucho también que vive usted en la isla?
Car. Si, por cierto, y siempre solita con mi mamá.
Fel. ¡Dios mío!...¡Qué presentimiento!... Si el corazón me dice que ésta es mi adorada Carolina...
Car. ¿Carolina?... ¿Y cómo sabe usted mi nombre?
Fel. (abrazándola). ¡Carolina!... ¡Mi querida Carolina!
Car. ¿Y llora usted abrazándome?... ¡Dios mío! ¿qué significa esto?
Fel. ¡Hija mía!
Car. ¿Qué? ¿Sería usted mi papá? Pero no... usted no tiene charretera de oro.
Fel. ¡Hija de mi alma!... ¡Ah, Roberto! ¡Ah, dulce amigo!... ¡Cuánto te debo por haberme proporcionado este último instante de felicidad!
Car. ¿Usted mi padre?... Ah... sí... también lo creo según me palpita el corazón... ¿Quién me diría... que en esta embarcación?... ¡Qué placer el de mamá en cuanto lo sepa!... Papá, abráceme usted otra vez, y voy corriendo á buscarla... ¡Qué fortuna!... Mamá se va á volver loca de contento.
Fel. Detente, amada Carolina, no sea causa esa prisa de que la causemos una impresión demasiado violenta... ¡tu pobre madre ha debido de sufrir tanto!
Car. Ah, sí... Ha estado la infeliz bien malita. Todo se la volvía llorar, y solo su Carolinita la servía de consuelo. En fin, hace cosa de dos meses que trajeron á mi mamá una carta muy grande... muy grande, y con un sello también muy grande. En cuanto la abrió y la leyó... ¡si viera usted! pegó un grito tan fuerte, se arrodilló y se puso á dar gracias a Dios: después me abrazó con la mayor ternura. Los sollozos la ahogaban; yo quise enjugar sus lágrimas... "No, hija mía... (me dijo) no quieras contener tan delicioso llanto; no es éste el que me hace sufrir, como el que me has visto derramar otras veces... ¡Carolina mía!... (continuó) ¡tú verás... sí... tú volverás a ver a tu padre!... Ya ve usted que es verdad, supuesto que tengo el gusto de estar en sus brazos. "



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