Yo fumo para olvidar que tú bebes (fragmento)Martín Casariego
Yo fumo para olvidar que tú bebes (fragmento)

"Habían detenido a Josu Ternera en Francia, en Bayona, y el profesor hizo una petición inusual: que le lleváramos al monte Igueldo.
Me pregunté si existía alguna relación entre un hecho y otro. ¿Era una forma de celebrarlo?
Nos habían proporcionado un nuevo coche, más pequeño y sin blindar. Un premio por que nos hubieran identificado en Fuenterrabía, mordido, en nuestra jerga. Aunque juró en arameo, antes de recoger al profesor, en uno de sus repentinos e infantiles cambios de humor, García se lanzó a cantar: «Vamos de paseo, pi pi pi, en un auto feo, pi pi pi…».
Bordeamos La Concha, pasamos bajo el palacio de Miramar, donde la reina María Cristina veraneaba, subimos por la carreterita que seseaba como un mexicano, aparcamos el coche y nos montamos en el funicular.
Fue como subir a la infancia, pues arriba aguardaban la alfombra mágica, las escopetas y los muñecos, pistolas y balones de premio, el laberinto, un tiovivo, el martillo para medir la propia fuerza, unos ponis para dar un corto paseo, la montaña suiza, un laberinto, los coches de choque, la bruja que te atiza un escobazo en el túnel del terror. Apenas había cambiado desde su inauguración, en 1912. Ascendimos al torreón, emplazado donde antes hubo un faro. Era un día claro y las vistas de San Sebastián, de la bahía con forma de concha y flanqueada por el monte Urgull y el Igueldo, los barquitos, la isla de Santa Clara, los árboles, eran preciosas.
—Para algunos este parque es una especie de atraso —dijo el profesor—. Pero para mí es encantador. Aparte de a mi niñez, me recuerda a Extraños en un tren.
Paseamos entre las casetas y las viejas atracciones. Entregado a sus recuerdos de niño y quizá también de adolescente, el profesor respiraba a pleno pulmón, como si sintiera que el aire puro de la montaña y el mar le devolviese retazos de su infancia. Le horrorizaba envejecer, empezar a oler a ácido y a moho. Se consolaba con el bueno de Montaigne, como él le llamaba: «La vejez pone más arrugas en el espíritu que en la cara». Probablemente aquella excursión fuera un sustituto de las cremas, un tratamiento rejuvenecedor. "



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