Minima Moralia (fragmento)Theodor Adorno
Minima Moralia (fragmento)

"Es preciso fijar perspectivas en las que el mundo aparezca trastrocado, enajenado, mostrando sus grietas y desgarros, menesteroso y deforme en el grado en que aparece bajo la luz mesiánica. Situarse en tales perspectivas sin arbitrariedad ni violencia, desde el contacto con los objetos, sólo le es dado al pensamiento. Y es la cosa más sencilla, porque la situación misma incita perentoriamente a tal conocimiento, más aún, porque la negatividad consumada, cuando se la tiene a la vista sin recortes, compone la imagen invertida de lo contrario a ella. Pero esta posición representa también lo absolutamente imposible, puesto que presupone una ubicación fuera del círculo mágico de la existencia, aunque sólo sea en un grado mínimo, cuando todo conocimiento posible, para que adquiera validez, no sólo hay que extraerlo primariamente de lo que es, sino que también, y por lo mismo, está afectado por la deformación y la precariedad mismas de las que intenta salir. Cuanto más afanosamente se hermetiza el pensamiento a su ser condicionado en aras de lo incondicionado es cuando más inconsciente y, por ende, fatalmente sucumbe al mundo. Hasta su propia imposibilidad debe asumirla en aras de la posibilidad. Pero frente a la exigencia que de ese modo se le impone, la pregunta por la realidad o irrealidad de la redención misma resulta poco menos que indiferente.
El tipo del presumido que sólo cree ser algo cuando es confirmado por el papel que desempeña en colectivos que no son tales, pues no existen más que por mor de la propia colectividad; el diputado con el brazalete, el orador emocionado, que inicia la parte final de su discurso salpimentado de sano humor con un «quiera», la hiena benefactora y el profesor que corre de un congreso a otro —todos ellos movían en otros tiempos a risa como ingenuos, provincianos y pequeñoburgueses—. Desde entonces, la semejanza con las hojas volantes ha ido desapareciendo; pero el principio se ha propagado con brutal seriedad de las caricaturas a toda la clase burguesa. No basta con que sus miembros estén sometidos en la profesión, a través de la competencia y la coopción, a constante control social; también su vida privada es absorbida por las formas cosificadas en las que las relaciones interhumanas han cuajado. Ello tiene desde el principio motivos gruesamente materiales: sólo quien manifiesta su conformidad mediante el elogiable servicio a la comunidad tal como ella es, mediante el ingreso en un grupo reconocido, aunque sea el de los masones degenerados en aficionados a los bolos, merece la confianza que se paga con la captura de compradores y clientes y con el reparto de prebendas. El substantial citizen no se cualifica sólo por el saldo bancario, ni siquiera por el tributo a sus organizaciones; él tiene que ofrecer su sangre y emplear las horas que le quedan libres del voraz negocio como presidente o tesorero de los comités en los que a medias participaba de grado, mientras a medias caía rendido. La única esperanza que le queda es la obligada nota necrológica en la hoja de la asociación cuando le llegue el paro cardiaco. Quien no es miembro de nada, se hace sospechoso: en la naturalización se pide expresamente que se mencionen las asociaciones a las que se pertenece. Pero esto, racionalizado como disposición del individuo a desprenderse de su egoísmo y consagrarse al todo, lo cual no es nada más que la objetivización universal del egoísmo, es reflejado por las formas de conducta de los hombres. "



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