Limpia y fija (fragmento)Mariano de Cavia
Limpia y fija (fragmento)

"Carlos Miranda ha publicado en El Liberal un artículo de amena y vaga filología intitulado ¿Balompié? ¿Bolppié? ¿Bolapié?— Las disquisiciones del popular poeta son cultas e ingeniosas; pero no sirven de base para una discusión seria, porque aquí no se trata de bolos ni de bolas, sino de balones. Balón, con todo su abolengo francés, es ya palabra tan española como cadete, edecán, furriel, clisé y mil más. Balón denomina el léxico oficial a la «pelota muy grande de viento», y balón, efectivamente, llaman nuestros deportistas al mudo y asendereado protagonista de su recomendable juego... siempre y cuando no haya brazos rotos, piernas quebradas y chichones de mayor cuantía.
Luis Zozaya, el cronista deportivo del Heraldo, me ha ganado la delantera, como gran veloceman que es (y ya ven ustedes cómo entre col y col española no cae mal una lechuga inglesa), replicando de un modo irrefutable a los reparos y distingos de Carlos Miranda, y otorgando el pase al balompié. Tal «exequátur» es muy de estimar; porque estos amables cronistas de los deportes no son de los que menos contribuyen a plagar de innecesarios exotismos un habla tan copiosa, clara y flexible como la nuestra.
Conque ¿está o no está en marcha el balompié?
[...]
Al manifestar el diario republicano que dista mucho de considerar baladí el castellanizar palabras extranjeras, escribe lo siguiente, entre otros razonamientos de peso, así en lo histórico como en lo político:
«Aceptamos el vocablo balompié, que deben todos los periódicos propagar, dar aire, lanzar con brío a la cabeza del vulgo, que se pirra por extranjerizar.
No se crea que es esto una nimiedad. Todo lo contrario. Cuando un pueblo es fuerte, pone su sello, su personalidad y carácter a las ideas y palabras ajenas. Cuando España era grande castellanizaba nombres propios: Aquisgrán, Burdeos. A medida que se ha ido empequeñeciendo deja de castellanizar vocablos extraños y pone empeño en pronunciar a la francesa, a la inglesa o a la alemana los nombres de personas y de cosas. Se llega basta el ridículo en este prurito.
Inglaterra procede a la inversa, como todo país verdaderamente vigoroso. No hay señal mejor que ésta del lenguaje para medir la fortaleza o decadencia de un pueblo.»
Así es la pura verdad; y al españolizar hoy un vocablo inglés (otros más irán cayendo, si Dios es servido) no hacemos ¡oh paradoja! sino seguir un buen ejemplo británico.
Cuando se anuncia en Gibraltar una función taurina en Algeciras, ¿creen ustedes que en las papeletas y carteles se pone «plaza de toros»? ¡Ni por pienso! Hasta esa característica, típica, genuina y única denominación la han inglesizado, anglíficado o britanizado los actuales poseedores del Peñón. La «plaza de toros» ha sido convertida por ellos en Bullring, y se han quedado tan campantes. Amor con amor se paga. Lo menos que podemos hacer nosotros es convertir el «football» en balompié. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com