De padres a hijos (fragmento)Mika Waltari
De padres a hijos (fragmento)

"Toivo pasó las vacaciones de Navidad en la ciudad, pues cuando el mar estaba helado, el viaje a Helsinki era largo y pesado, y él deseaba no perder tiempo en su trabajo. Ya se había acostumbrado a su habitación y se sentía como en su propia casa. Se había encariñado con el papel descolorido de las paredes y con la pantalla de la lámpara de mesa que ostentaba pintadas unas rojas rosas traslúcidas. Pasaba muchos días de invierno en la penumbra, de su cuarto, escribiendo apuntes o sentado en su sillón, con un libro sobre las rodillas, leyendo o meditando.
Pasó el tiempo, y Toivo fue adoptando costumbres fijas. Comía a las horas regulares y dormía exactamente ocho horas. Era como si una vida regular le diese moral y le ayudase en el trabajo.
Su teoría empezaba a adquirir forma en su mente. Con frecuencia leía la Biblia y particularmente le gustaba la descripción de la venida del Espíritu Santo. La estudiaba letra por letra, penetrando incluso en el texto griego original del Nuevo Testamento, y recurría a las más modernas obras de comentarios. Igualmente leía una y otra vez el encuentro de Saulo en el camino de Damasco, y del Antiguo Testamento los lugares donde Dios se apareció a los profetas. Estaba muy enterado de la moderna escuela psiquiátrica que explicaba que la conversión de Saulo era consecuencia de un ataque epiléptico y que, generalmente, todos los personajes históricamente destacados habían padecido esta enfermedad. Esta teoría le interesaba en grado extremo, y en muchos casos la consideraba como un punto de partida adecuado. La aparición divina era indudablemente algo anormal, algo que se salía de lo corriente. Pero, ¿era necesario interpretar todo lo excepcional como un fenómeno patológico? A estos fenómenos se asociaba tanta grandeza, tanta amplitud y tanta santidad que más bien se podía interpretar una aparición como el momento más clarividente de los espíritus de más fina constitución y más desarrollados.
Pero la aparición no dependía de la civilización exterior del hombre. La podía experimentar una persona, dotada de la más fina civilización de su tiempo y de todo el saber, pero igualmente podía percibirla un campesino ignorante y primitivo, o tal vez solamente un comerciante entregado al materialismo. En estos hombres había aquel algo que hacía que la divinidad hablase a través de ellos, una facultad espiritual que no estaba todavía al alcance de la ciencia. Leía y releía en distintas obras los testimonios de diferentes personas y observaba que todas empleaban casi las mismas palabras para describir su visión.
Casi siempre se asociaba con un destello de luz sobrenatural y una conmoción mental desmesurable y que luego se convertía en una sensación metafísica de paz y de felicidad y cada vez atestiguaban que lo que decían no procedía de ellos, sino de más arriba. Se les comunicaba lo que tenían que decir.
Una visión fuerte y conmovedora se desarrollaba siempre con un movimiento de masas, que luego era reducido a poca cosa o adquiría dimensiones majestuosas, según la personalidad del que había experimentado la visión y según la forma en que presentaba su doctrina. San Pablo experimentó la conmoción en el camino de Damasco, y la fe cristiana conquistó el imperio mundial. Buda experimentó la divinidad debajo de una higuera, y todavía hay millones de personas que desean llegar del karma al nirvana. Mahoma tuvo la visión en una cueva en el desierta, y el Islam, activo y fuerte, conquistó imperios y destruyó naciones en Asia, África y Europa.
Pero en sus rasgos fundamentales todo era lo mismo, primero una visión y luego un movimiento de masas a su alrededor. En cada movimiento religioso, la fuerza impulsora más oculta era una aparición divina. Toivo definió así todo esto: «El hombre llega a través de un fenómeno espiritual, todavía no explicable, a una convicción sobre la divinidad y sobre la realidad de la existencia de lo metafísico». La religión cristiana, el islamismo y el budismo eran religiones mundiales, religiones organizadas. Pero el científico podía aproximarse más al nacimiento de una religión contemplando los movimientos religiosos individuales que no se habían extendido en gran escala y en los que la organización exterior todavía no había adoptado formas rígidas.
Toivo tenía muy adelantado su trabajo; la tesis había adquirido formas claras. Quería escribir una investigación de los movimientos religiosos de masas, que se dividiría en dos partes, la histórica y la psicológica. La parte histórica describía el aspecto exterior de cada movimiento y la parte psicológica su fuerza impulsora más oculta, la visión que había tenido el fundador del movimiento, y para aclarar ésta, era necesario un estudio lo más completo posible de su personalidad y de su desarrollo. Toivo se proponía escoger varios movimientos religiosos como objetos de investigación y demostrar que, a pesar de las diferencias aparentes, obedecían las mismas leyes interiores. "



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