La figurante (fragmento)A.B. Yehoshúa
La figurante (fragmento)

"Sin embargo, el equipo de reparto no tiene ninguna intención de ocultar una cara tan bonita entre mantas y almohadas, y para que la cámara pueda acariciar su feminidad, se sugiere una solución intermedia: una paciente en silla de ruedas, conectada a una bolsa intravenosa de colores.
Mandan a Elazar al depósito de cadáveres, y a Noga la acompañan a través de un laberinto de tabiques de delgada madera contrachapada blanca hasta una mujer no identificada que le pide que se ponga una bata de flores. A continuación, la sientan en una silla de ruedas y le enseñan cómo funciona. Meten su ropa en una bolsa de plástico y la cuelgan de la silla, y conectan un soporte intravenoso, con una bolsa llena de un líquido de color rojo sangre, a un tubo que va fijado a su brazo. A partir de ahora, le dicen, es libre de ir a donde quiera, ya la encontrarán ellos cuando la necesiten.
No queda mucho para que se haga de noche, y a través de las pocas ventanas instaladas en el almacén por la productora, la puesta de sol vierte los restos del día, una poción de cobre y oro. Noga empuja la silla de ruedas entre los equipos médicos, las camas y los carritos, topándose de vez en cuando con cámaras en rieles y micrófonos abullonados. A pesar de su carácter provisional e improvisado, encuentra el decorado bastante realista y adecuado para su función. De vez en cuando empuja su silla hacia alguna de las habitaciones, donde pacientes adornados con todo tipo de dispositivos médicos saludan a la invitada amistosamente y la invitan a interesarse por sus imaginarias dolencias.
Pero Noga prefiere investigar los pasillos para ver si hay alguna salida trasera de la imaginación hacia la realidad, y quizá para echar un vistazo por el camino al depósito de cadáveres y ver cómo va el sonriente policía, pues ya echa en falta su presencia protectora.
El corredor se vuelve cada vez más oscuro y, aparentemente, más estrecho, debido quizá a algún misterioso propósito de sus diseñadores, o simplemente a la noche que envuelve el mundo. Todo este enorme y amenazador almacén, se le ocurre de repente, es una metáfora de la humanidad, y todos somos figurantes en su historia sin saber si al final nos espera una solución creíble y grata. Ojalá, suspira, estuviera envuelta de la música adecuada, como la ópera que abrazaba los pies de Masada.
La gente se aparta contra la pared para dejar paso a su silla de ruedas. Hay pacientes, parientes, figurantes o actores, personal médico y de producción. ¿Quién puede diferenciar entre lo real y lo ficticio? Hay quienes sonríen con compasión y preguntan por su discapacidad, y otros que pasan envueltos en una tristeza muda. Pero ella sigue adelante en su silla de ruedas, decidida a encontrar esa salida trasera, que la deslumbra de pronto con una vista al Mediterráneo azul grisáceo.
La puerta da a una pequeña plataforma de servicios para los trabajadores del puerto con dos salidas, una al almacén y otra a los vestuarios, así como a una pequeña cafetería. La propia puerta está bloqueada por la figura voluminosa del juez retirado; el encantador y familiar extra cuyo uniforme, que incluye una gorra de béisbol y una pistola, lo distingue como el guarda de seguridad del hospital. "



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