Yo, la peor (fragmento)Mónica Lavín
Yo, la peor (fragmento)

"Virgilia dijo que era una de las cocineras quien sabía llevar con Teodora. Y además la cocinera le daría los preparados para que todo ocurriera. Virgilia había visto cómo sucedía eso porque una de las indias que ayudaba en la cocina esperaba hijo de uno de los señores que iban a Palacio. Bernarda se sintió aludida como si ella y la india en la cocina estuvieran en las mismas condiciones. Pero ella había permitido y querido y deseado los ardores de Juan Mata. Él era quien impedía que ese líquido de los hombres se quedara en su entraña. Siempre le dejaba el vientre embarrado pero eso no se lo iba a contar a Virgilia. Bastante era decirle que estaba preñada. Bernarda, ingenua, le reclamaba a Juan cuando se retiraba, porque cuando él perdía la cabeza y era un animal poseído, era el momento más dichoso para ella: la prueba de que su cuerpo tenía ese poder sobre el otro. Juan Mata era entonces casi suyo porque un momento de lucidez lo hacía retirarse del cuerpo de la muchacha y verterse fuera. Pero hacía poco ella había insistido en que sus días acababan de pasar y él no tuvo voluntad de desprenderse. Se dejó vaciar todo placer dentro de ella que después de un rato, cuando Juan dormía desmadejado en la almohada, sintió ese hilo espeso mojar su entrepierna. Sonrió. Y ahora no podía ni siquiera recordar el placer, no podía imaginar a Juan tocándola con esa minucia de hombre que conoce el cuerpo de las hembras. Le dieron ganas de volver el estómago; Virgilia le acercó la bacinica.
A los pocos días, cuando almorzaba con las demás muchachas en el comedor cercano a la cocina, dijo que le dolía el estómago y ordenó a Virgilia que le trajera un té para esos males. Así lo habían convenido la noche anterior Virgilia y ella antes de la reunión de Palacio. Esa noche Bernarda tuvo que disuadir a Juan de sus devaneos. Pidió a la virreina encarecidamente que dejara a su hija permanecer más tiempo despierta para que ella pudiera enseñarle canto y baile. Bernarda cantó, bailó con la chica para que aprendiera los pasos y cuando Juan se le acercaba, visiblemente encendido por el vino ingerido, ella le susurró que era un encargo de la virreina, que le había pedido expresamente ocuparse de la pequeña en el salón; la niña tenía que empezar a comportarse en ese espacio. "



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