Malvina (fragmentoSophie Cottin
Malvina (fragmento

"La dolorosa sorpresa que acababa de herir a Malvina al recibir la confirmación de la intimidad del mancebo con miss Melmor, parecerá quizás extraña, con arreglo a lo que le había dicho Mr. Prior anteriormente sobre ello; no es sin embargo que ella hubiese olvidado las acusaciones de este, si no que no las creía ya; no pensaba en esto nunca más que para tacharle de injusticia y error, y no se lo mentaba, a fin de huir de motivar una mudanza de opinión que no se fundaba en las trazas tiernas y apasionadas de sir Edmond para con ella. Si acusamos a Malvina de haberse dejado llevar muy prontamente de una inclinación que la razón condenaba, responderé que, sin exceptuar a Clarisa, se notó siempre, en las mujeres de la más rígida virtud, una especie de predilección para con los hombres de genio ardiente, apasionado, aunque de costumbres algo relajadas, ya que ellas esperasen, arrancándolos de sus errores, hacer convertir en provecho de la virtud toda la actividad de sus pasiones, ya que la equidad de la naturaleza quiera juntar los extremos, para que no haya en parte ninguna mal sin recurso, ni bien sin mezcla. Este es el curso del corazón humano, y el de Malvina siguió la regla común. Sin duda presentaba la tierra pocas mujeres que le fueran comparables, pero finalmente estaba ella en la tierra. ¡Quién podría pintar las dolorosas reflexiones de Malvina!  En balde tiraba a no achacar su melancolía más que al arrepentimiento de haber estado a pique de olvidar sus juramentos, entregándose a un afecto que ellos condenaban; porque este recuerdo no le ocurría más que con esfuerzo; pero el presente siempre en su ánimo, era el de haber sido mal juzgada quizás por sir Edmond, y todavía más de haberla confundido este con la muchedumbre de las demás mujeres, supuesto que se había divertido en aparentar al lado de ella un acento tan tierno, una tal viva conmoción, al tiempo mismo de ir a casarse con otra, y cuando se ocupaba en seducir a miss Melmor. Podría perdonarse quizás el artificio de los discursos; pero el de la fisonomía no tiene excusa; porque cuando los ojos, estos postreros refugios de la verdad, llegan a ser falsos, el corazón entero es depravado, y la perversidad incurable. "


El Poder de la Palabra
epdlp.com