De Alemania a Alemania. Diario, 1990 (fragmento) "El lunes, desayuno con Zeidler. Conversación sobre el Premio Chodowiecki. Luego, a la editorial en la Breitgasse, donde me entero de que me corresponden sesenta y cuatro millones de zlotys (doce mil DM) de la edición de Años de perro. Puedo abrir una cuenta bancaria, lo que hemos hecho hoy con cincuenta y cinco millones de zlotys. Diario de un caracol va a publicarse este mismo año, está en composición. La traducción de El rodaballo está terminada. Propongo traducir Los plebeyos. A mediodía nos encontramos en el hotel con Andrzej Wajda. Hasta mayo del año que viene aún estará ocupado como parlamentario, pero de aquí a entonces quiere trabajar en el guion para filmar Los plebeyos (guionista: ¿Kohlhaase, de Berlín Este?) y hacer otros preparativos: financiación, etcétera. Estoy sorprendido, porque quiere trabajar exclusivamente con actores alemanes. Wajda piensa incluso en rodar en el teatro de Schiff bauerdamm. Hablamos brevemente sobre los problemas que se le acumulan a Polonia, el descenso de la productividad, la falta de inversiones extranjeras, la falta de capital en su conjunto, la disputa en el seno de Solidaridad, las resistentes estructuras antiguas. Declaro mis temores respecto a la evolución de la RDA. La conversación entre nosotros discurre con tranquilidad, dos artesanos probados que no tienen que aparentar ni demostrarse nada el uno al otro. Nuestra (tranquila) alegría anticipada por la colaboración. Luego, Ute y yo recorremos la ciudad. En la Frauengasse, unos turistas alemanes me miran como una atracción suplementaria. (Podría dedicarme a guía aquí.) Conversación en la Langgasse con un viejo ciudadano de Danzig que en el 46 volvió de la prisión americana (Holanda) para buscar a sus padres, que estaban muertos. Se quedó aquí. Se casó con una alemana de Dirschau. Me pide dinero «para una tacita de café». Poco antes aún me había dicho «los de Danzig no gorronean». Luego, otra vez con Zeidler en la galería; más tarde, a petición mía, vuelve a llevarnos a la Grosse Allee. Frente al palacio de deportes, ahora ópera, sigue estando la construcción de ladrillo de la entrada principal a los antiguos cementerios municipales, que fueron aplanados en 1968 y convertidos en aparcamientos. Este terreno es adecuado para Malos presagios, por su tamaño y por su trasfondo histórico. Luego está el cercano cementerio menonita. Una avenida de tilos sube hasta el Mirchauer Weg. Más tarde vamos al cementerio francés, y también a lugares alternativos detrás del Bischofsberg. Arriba, junto al antiguo albergue de las Juventudes Hitlerianas, los viejos cuarteles napoleónicos, en estado ruinoso. Frente a las casamatas de la Puerta de Oliva, donde la carretera a Karthaus pasa por delante de una gasolinera «sin plomo», dejamos a un lado el cementerio para los soldados soviéticos, un viejo camposanto alemán utilizado por Polonia hasta mediados de los años cincuenta. Podría ser comprado más tarde por la sociedad de cementerios. Mi pareja visita estos terrenos. (Vieja lápida alemana: Familia Zielke, 1934). También aquí hay un trasfondo histórico adecuado. Luego, a la Puerta de Leege. Junto a la vieja y ruinosa torre gótica, una asamblea de marinos bebidos en el Mottlau, con vistas a los almacenes y el Kuhbrücke. En la iglesia de San Pedro, una orquesta armenia. La Iglesia armenia está unida en Polonia con la católica. Hay en Gdańsk alrededor de cuarenta familias armenias. Sólo se ha reconstruido una nave de la iglesia de San Pedro. La singular belleza de ese espacio encalado. Detalles: el párroco de San Pedro con un perrito en la iglesia. Coches de golf eléctricos para el transporte de turistas por la ciudad. La apertura de mi cuenta en el viejo Danziger Bank. Compramos pizza en el Dominikanermarkt. El alemán que nos habla de las dificultades de la sede local de la Seguridad Social, que quiere invertir en Polonia en hoteles y sanatorios para alemanes. Tan sólo contratos de arrendamiento por diez años. Más tarde con Zeidler a Oliva. Nos enseña la arruinada casa de huéspedes de Schwabental. Veo los molinos de Silberhammer y Freudental. El valle está salpicado de casitas y cobertizos. El anciano con ocho perros de Schwabental que vigila las ruinas de la vieja fonda. Más tarde, con Zeidler y su esposa en Adlershorst (Orłowo). En la pasarela marina. Hordas de cisnes en el sucio Báltico. La comida en un restaurante con camareras con look de conejitas. Más tarde, «programa»: baile, striptease, música rusa. Todo (también los precios) para turistas alemanes y escandinavos. Zeidler cuenta cómo se ha inventado el deseo de la Orden Teutónica de querer invertir en Polonia por motivos «puramente humanitarios». Ya tarde, en el hotel. En la televisión siguen hablando de la disputa entre Wałęsa y Geremek. " epdlp.com |