Una cantante de pueblo (fragmento)Mary Wilkins Freeman
Una cantante de pueblo (fragmento)

"Los árboles mostraban todas sus hojas y soplaba un pesado viento del sur que murmuraba entre las hojas nuevas. La gente se dio cuenta de ello, porque era la primera vez ese año que los árboles susurraban al viento. La primavera se había apresurado a llegar en unos pocos días.
El murmullo de los árboles resonaba especialmente en la iglesia del pueblo, donde la gente ya estaba sentada aguardando a que comenzase el servicio. Las ventanas estaban abiertas; era un domingo muy cálido para mayo.
La iglesia ya estaba llena de esa suave música silvestre —la tierna armonía de las hojas y el viento sur y el dulce e inconexo trinar de los pájaros— cuando el coro se puso en pie y empezó a cantar.
En el centro de la hilera de mujeres cantantes se encontraba Alma Way. Todos la miraban y tendían los oídos críticamente. Era la nueva soprano solista. Candace Whitcomb, la antigua, que había cantado en el coro durante cuarenta años, había sido despedida recientemente. La audiencia consideraba que su voz se había vuelto muy cascada e insegura en las notas altas. Había habido muchas quejas y, tras una larga deliberación, los dirigentes de la iglesia le habían hecho saber su decisión a la anciana cantante del modo más suave posible. Había cantado por última vez el domingo anterior, y Alma Way ocupaba ahora su lugar. Con excepción del organista, la soprano solista era el único puesto pagado del coro. El salario era muy modesto; aun así, la gente del pueblo lo consideraba generoso para una mujer joven. Alma era del pueblo vecino de East Derby; gozaba de una cierta reputación local como cantante.
Ahora fijó sus grandes y solemnes ojos azules; su alargado y delicado rostro, que había sido bonito, empalideció; las flores azules de su sombrerito temblaron; sus pequeñas manos enguantadas, que aferraban el libro de himnos, temblaron perceptiblemente; pero empezó a cantar con valentía. La altura de la más formidable montaña del mundo, la inseguridad y la timidez, se alzaba ante ella, pero sus nervios estaban preparados para ascenderla. A la mitad del himno tenía un solo; su voz resonó dulce y penetrante; los fieles asintieron admirados mirándose unos a otros; pero de pronto se produjo una conmoción. Todas las caras se volvieron hacia las ventanas del ala sur de la iglesia. Por encima del rumor del viento y los pájaros, por encima de los tonos dulcemente tensos de Alma Way, se alzó otra voz femenina, cantando otro himno en otro tono. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com