El boxeador y un ángel (fragmento)Francisco Ayala
El boxeador y un ángel (fragmento)

"El aire abanderaba la proa del navío anclado. (Tempestad de aplausos.) Bajo el pabellón violento se prolongaban los brazos en cuerdas trémulas. Bajaba y subía, neumático, el pecho reluciente.
Y el ángel aconsejaba con misterio en la oreja. (Al otro lado, el manager.)
El contrincante, crecido como una hoguera —fuego y jazmines— atacaba. ¡Plac! ¡Plac!
Le sintió sobre sí, huracán desértico henchido —ahora, él— del aire que guardaba la sábana en sus pliegues... Sobre sí... Implacable... Y había que ir cediendo, esquivando... Un momento; eso era todo lo que deseaba; un momento para reponerse.
Las cuerdas del ring marcaron regiones paralelas en su espalda. Y el atroz mazazo le llegó antes —casi— en la exclamación del público que en el puño del contrario. (Sensación líquida, confusa. El cerebro, ceñido como por una anilla. Nada: discos rojos, naranja. Las luces, estrellas fugaces: de verbena.)
Cayó con una rodilla en tierra. La cabeza inclinada... A su lado bajaba segundos el árbitro con mano de verdugo: 1, 2, 3.
Pero el ángel —crispación terrible— se precipitó en ayuda del caído. (Sudaba el boxeador gotas de sangre.) En amparo de su agonía. (El cuello, tronchado, flojo.)
Sujetó por las axilas el cuerpo desmoronado —4, 5, 6...—. Y dijo, con voz oscilatoria de fleje:
—Anda. Un esfuerzo. Puedes. Puedes levantarte. Anda: ¿Aup!...—7, 8.
Se organizó la figura en guardia cerrada, perfecta.
El alífero, persuasivo, animaba al boxeador. Hubo casi iniciativa de ataque...
Aire. Agua de limón. Talco en el suelo. En la cara, un barniz.
... Ultimo round. Obstinado el negro en su risa sinvergüenza, de biseles blancos; en su juego de puñales.
El otro le opuso una risa nueva, de aurora boreal. Se fue el adversario. Tres pasos seguros y un golpe en la mandíbula.
Se le suicidó la sonrisa al negro, cortada —rabo de flor— entre los dientes. Se le voló al cielo. ¡Por fin!
Y el cuerpo, descentrado, cayó como un globo sin gas, bajo los aplausos del ángel. Dos vueltas —color café— en el cuadrado. (El dedo conminatorio del árbitro descendía respiraciones expectantes.)
Trataba de incorporarse, pálido como el acero. Pero la mirada voluntariosa del pugilista blanco le apretaba —pértiga eficaz— contra el tablado. Un soplo de energía —globo anémico— le alzó, vacilante. "



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