Un recuerdo al futuro (fragmento)Luciano Berio
Un recuerdo al futuro (fragmento)

"Pero la conservación del pasado también tiene un sentido negativo, cuando se convierte en un modo de olvidar la música. Produce en el oyente una ilusión de continuidad, que le permite seleccionar lo que parece confirmar esa misma continuidad y censurar lo que parece perturbarla. Esta es la razón por la que la interpretación musical parece tener a menudo una vida autónoma: se convierte en una especie de mercancía, indiferente a la música a la que debería servir. Por diversificadas que parezcan las distintas maneras de ejecución, todas están profundamente arraigadas, insisto, en la sociedad de consumo más que en el mundo
de las ideas.
Las técnicas interpretativas, los instrumentos musicales, e incluso los espacios en que se interpreta la música, son asimismo lugares de la memoria, tan rotundos y especí­ficos— y a menudo incluso más— como lo pueda ser una obra musical. Los modos y lugares donde tiene lugar la interpretación poseen tiempos de evolución distintos y con frecuencia nada tienen que ver con los propios de un texto. Los virtuosos de los siglos XVII, XVIII y comienzos del XIX vivían el presente, y no se planteaban problemas filoló­gicos, ni acostumbraban a preocuparse del bagaje acumulado en cuanto a su técnica interpretativa, al pasado de sus instrumentos o al espacio en que éstos sonaron.
Las primeras salas de conciertos, construidas en Europa y Gran Bretaña entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX , confirmaban el hecho de que la música se había convertido en algo democráticamente accesible; pero también testimoniaban que se trataba de un bien de consumo, disponible para quien podía pagar el precio de una localidad. Desde aquel momento, la sala de conciertos se convirtió inevitablemente en un museo: satisfacía un deseo de acumulación de bienes musicales y atendía una especie de anhelo de inmortalidad. Bach escribía cantatas de «usar y tirar», mientras que la composición romántica pasó a exorcizar la fuga del tiempo y a presentarse como una garantía de eternidad. Tal vez la necesidad de recordar y de poseer la historia puede verse también como la expresión de un oscuro conflicto cultural (o acaso religioso) que remite a la noche de los tiempos, un conflicto entre un mundo inmortal habitado por mortales y una sociedad de individuos inmortales en un mundo mortal. "



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