Las cartas de Stark Munro (fragmento)Arthur Conan Doyle
Las cartas de Stark Munro (fragmento)

"Escribo esto, querido Bertie, sentado a una mesita me han instalado junto a la ventana de mi dormitorio. Todo el mundo en la casa duerme menos yo, y todo el ruido de la ciudad ha quedado en silencio. Sin embargo, mi cerebro se halla singularmente activo, y tengo la impresión de que emplearé mejor el tiempo sentándome a escribirte antes que dando vueltas en la cama. A menudo me reprochan que estoy soñoliento durante el día, pero de vez en cuando la Naturaleza iguala las cosas teniéndome anormalmente despierto durante la noche.
¿Eres consciente del sosegado influjo que ejercen las estrellas? Para mí son lo más relajante que la Naturaleza posee. Me enorgullece decir que no sé el nombre de una sola. Su encanto y su romanticismo se desvanecerían si todas acabaran clasificadas y etiquetadas en nuestro cerebro. Pero, cuando un hombre está exaltado y frenético, invadido por sus insignificantes y agitadas preocupaciones y sus desgracias infinitesimales, un baño de estrellas es lo más extraordinario del mundo. Son tan grandes, tan serenas y maravillosas. Me dicen que los espacios interplanetarios están llenos de residuos de asteroides disgregados, por lo que tal vez incluso entre ellas existan cosas como la enfermedad y la muerte también. Pero solo mirarlas ha de servir para recordarle a un hombre qué clase de microbio es (siendo la raza humana al completo como una especie de pizca de polvo impalpable sobre la superficie de uno de los más insignificantes volantes de una máquina monstruosa). ¡Pero hay en ella orden, Bertie, hay orden! Y donde hay orden ha de haber una mente, y donde hay mente ha de haber sentido de la Justicia. No admito que pueda haber ninguna duda en cuanto a la existencia de esa Mente central o a que esta posea ciertos atributos. Las estrellas me ayudan a comprenderlo. Es extraño, cuando uno las mira, pensar que las iglesias aún siguen discutiendo aquí cuestiones tales como si agrada más al Todopoderoso vaciar el agua de una cucharilla de té sobre la cabeza de nuestros bebés o esperar unos pocos años para zambullirlos de cuerpo entero en una pileta. Resultaría cómico si no fuera tan trágico.
Esta cadena de pensamiento es el resultado de una discusión con Cullingworth que he tenido esta noche. Él sostiene que la raza humana se deteriora mental y moralmente. Argumenta la zafiedad que confunde al Creador con un joven Filósofo Judío. Yo intenté demostrarle que eso no es prueba de degeneración, pues el Filósofo Judío, al menos, representaba una idea moral y se hallaba, por tanto, en un plano infinitamente superior al de las divinidades sensuales de los antiguos. Sus propias ideas acerca del Creador me parecen a mí una degeneración más evidente. Él afirma que al mirar a su alrededor a la Naturaleza no puede ver más que crueldad y brutalidad. —O el Creador no es todopoderoso o no es totalmente bueno—, dice. —O puede detener estas atrocidades y no quiere, en cuyo caso Él no es totalmente bueno, o querría detenerlas y no puede, en cuyo caso no es todopoderoso—. Es un dilema del que resulta difícil zafarse para alguien que profesa mantenerse apegado a la razón. Por supuesto, si apelas a la fe, siempre puedes salir airoso. Y me vi obligado a servirme de ese escudo con el que tantas veces tú has hecho frente a mis embestidas. Dije que el dilema surgía de nuestro dar por sentado que lo que parecía mal era realmente mal. —Está en ti demostrar que no es así—, dijo él. —Podemos confiar en que no lo sea—, dije. —Espera a que alguien te diga que tienes un cáncer en el extremo pilórico del estómago—, respondió, y volvió a gritarme lo mismo cada vez que yo intenté renovar el argumento. "



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