Los ídolos a nado (fragmento)Carlos Monsiváis
Los ídolos a nado (fragmento)

"Por décadas, la industria del cine se beneficia de un status místico. Los grandes estudios, la Paramount y la Metro Goldwyn Mayer y la RKO y la United Artists y la Warner Brothers y la Twentieth Century Fox y la Universal comprueban que, ante los Monstruos Sagrados, el espectador suspende cualquier racionalidad, y difiere sus ansiedades laicas (de las religiones del siglo XX, el cine es la que mejor aprovecha el culto por vírgenes y vestales). Con un arte que
ya tiene mucho de ciencia, se negocia y procesa el pasmo y la Estrella resulta espacio sacro y bursátil y, de los años veinte a los cincuenta, a la teología celuloidal se dedican los publicistas de Hollywood, los grandes directores como Cukor, Von Sternberg o Minelli, los maquillistas y los modistos y los sombrereros, los encargados de producir el glamour a través de los efectos de luces y sombras, los escenógrafos que idealizan la opulencia que es, desde
la pantalla o desde la mitología cinematográfica, el mensaje de consolación para las masas. (Dolores, especializada en papeles de campesinas, en las fotos publicitarias encarna el lujo y los dones de la fortuna.) Cada estrella dispone de equipos que se afanan en la creación quirúrgica de la Personalidad Radiante, los secretarios y peinadoras y costureras que eliminan de su Objeto Paradisíaco los rasgos cotidianos con tal de prolongar las fantasías fílmicas.
«We had faces then!», grita Gloria Swanson en Sunset Boulevard. Y es tan sorprendente el rostro de Dolores que determina, de modo simultáneo, la apoteosis y la imposibilidad de desarrollo artístico de su poseedora. Nadie le exige seriamente a una Estrella dotes interpretativas y, desde el inicio, desde la promoción anual The Wampas Baby Stars de 1926 (que la reúne con Mary Astor, Fay Wray, Janet Gaynor y Joan Crawford), a Dolores únicamente se le solicitan acciones decorativas, refrendos de su belleza, la adecuación de su figura con los retorcimientos faciales del melodrama. Dolores es sensual y conmovedora, canta con gracia en Ramona o Evangelina, acepta y dirige las demandas de los fotógrafos, prodiga los tocados orientales, los sombreros que hacen juego con el color de la alberca o las poses de abandono que la hermosura desexualiza. Es el Rostro Latino de Hollywood, y eso implica devoción y sacrificios, la conciencia incesante de los rasgos bajo vigilancia. En el retrato de Cecil Beaton (1931), Dolores es el fruto prohibido, el hechizo ante el cual se quiebran las armas de la
civilización. En un escenario velozmente «tropical», ella es el delirio de los sentidos, la consagración de una Naturaleza a la que la técnica destruye sin remedio. "



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