Historias de familia (fragmento)Vita Sackville West
Historias de familia (fragmento)

"Pero estaba contenta de que a la anciana señora Jarrold —lady Orlestone— le hubiese agradado Miles.
La vida en Londres era más complicada que la vida en el castillo de Miles. Miles era muy solicitado en Londres. Pronto comprendió Evelyn que si empleaba estas tretas con Miles, no le vería nunca. Con todo, perversamente, siguió empleándolas. Miles se desquitaba inmediatamente. No mostraba paciencia ninguna bajo este trato. La gente lo requería y si Evelyn decidía que él eligiese sus planes, Miles tenía infinidad de planes que elegir. Miles lo demostró claramente, sin rodeos. Entre ellos se había reanudado la batalla. Evelyn no quería ceder; Miles tampoco.
Al final cedió ella.
Evelyn recordaba los días pasados en el castillo. En ocasiones habían tenido batallas muy significativas, pero, en general, cada día había aportado la adecuada conclusión. Aunque hubieran peleado como amantes durante el día, cada noche los había unido de nuevo como amantes. Vistos retrospectivamente, los días en el castillo de Miles eran idílicos, perfectos. Evelyn nunca había sido tan feliz como en el castillo de Miles. Era lo bastante sensata para reconocer que de ella, y solo de ella, dependía la continuación de su felicidad trasladada a Londres.
Tenía que hacer concesiones. Miles era orgulloso y obstinado. Ella era vanidosa y estaba mimada. Pero su vanidad y sus caprichos eran de una especie insignificante y superficial. Ella era insubstancial comparada con Miles. Tenía que adaptarse a él. Miles era un hombre completo, y ella solo una mujer vacía —vacía de todo, salvo del poder de complacer a Miles durante las horas ociosas de este—. Tenía que hacer concesiones, tenía que subordinar sus vanidades a las necesidades de él.
Ya no le importaba la crítica de los Jarrold. Estaba determinada a recuperar los días en que ella y Miles habían sido tan felices.
Él también era feliz —Evelyn podía verlo—. Miles se expandía y florecía; ya no la atormentaba si ella no lo hacía. Evelyn ordenó abiertamente a Mason que dijera que no estaba en casa cuando Mr. Vane-Merrick estuviera de visita. Oían el timbre de la puerta y se reían juntos al oír que Mason cerraba la puerta en pos del intruso. Aun eran más felices encerrados en el piso de Evelyn de lo que lo habían sido en el castillo.
Era cálido; era privado. Dan había vuelto al colegio. Evelyn había sufrido tormentos de conciencia al verle marchar; y no de conciencia tan solo, que es una cosa árida, sino también tormentos de amor. Amaba a Dan. Lo amaba de un modo animal. Su belleza joven y adolescente la conmovía; la conmovía su mentalidad joven y perpleja; Dan era su creación. El hecho de que su padre hubiese muerto lo hacía más exclusivamente suyo; el hecho de que su padre no hubiese tenido arte ni parte en la formación de Dan, exceptuando un breve episodio, desagradable y esencialmente incontributivo. Dan no era un Jarrold.
Toda la tarde ella y Dan habían observado el reloj. Hubo tostadas con mantequilla para el té. Dan, como Miles, gustaba de las tostadas con mantequilla, y, aunque Evelyn llegara a olvidarlo, Privett se acordaba siempre. Siempre se servían tostadas con mantequilla para el té el día que Dan regresaba a Eton. (Privett se enfadó un día que Mr. Vane-Merrick trajo consigo un tenedor para hacer tostadas). Y, empaquetados y dispuestos en el recibimiento, había siempre dos botes de miel y dos de mermelada. Los había empaquetado Privett cuidadosamente con recio papel de embalar color marrón. "



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