Museo de la novela de la Eterna (fragmento)Macedonio Fernández
Museo de la novela de la Eterna (fragmento)

"Últimos minutos, en calma, de esa tarde; rayos de luz a lo largo del vallecito de “La Novela” son recogidos uno a uno por la hora final del día en cuyo amanecer vagó una niebla sobre su vivo verdor. Se divisan, empero, todavía, las leyendas de ambos pilares de entrada a la estancia: “Aquí dejad vuestros pasados”; “Transponedme y vuestro pasado no os seguirá”.
Está en su puesto y mira y parece ser, el sutil Vigilante de la novela; su silueta delgada, delicada (verdaderamente un vigilantecito) que pudiera confundirse con el travesaño del alambrado coronado por un nido inmóvil, siempre en el punto (excepto cuando meditó y apuntó el “parte” de la novela concluida, que le fue trabajoso y grave de preocupación por la verdad histórica y artística), un poco allá de la entrada al jardín de la casa; su inmovilidad perpetua, haría creer, y alguno creerá, en un postecillo inanimado, mas quien quiera creer que vigila, mírelo cuando se detiene en su testuz el color final del día y la adicional luminosidad del canto de la calandria o posa el lechuzón oscuro, mudo pero significante, o cuando Fantasía une aquí en la novela y en la estancia como a viajeros que el azar junta en un vagón que corre, a todos los personajes traídos a esta narrativa -exceptuada la Eterna que recién en la noche llegó, oculta a todos ellos, compañera ignorada de ellos en la novela. "



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