El sitio de Kelany (fragmento)Marcelo Cohen
El sitio de Kelany (fragmento)

"Si Viescas quería sugerir algo, era que más me valía no empaparme de detalles. Me fui al living, apagué las luces y, mientras contaba lagunas de luz lunar entre los pinos, escuché cómo se multiplicaban en el techo unos ruidos de espátulos y uñas. Eran, por supuesto, los enemistados relojes que alguien había repartido por toda la casa y marcaban horas apenas diferentes. Como guardarlos en un armario me parecía una profanación, decidí superarlos poniendo una cinta de canciones francesas. De la primera melodía sólo estaba grabado un trino de mujer y el final de orquesta. Justo cuando los violines irrumpieron repitiendo el tema, un azucarado aroma de jacintos ocupó la oscuridad dispuesto a aniquilar los ardides de Monleón. Entonces me di cuenta de que nunca más tendría que esperar nada de la espuria fertilidad de la música romántica. Yo quería ir más allá del amor y el desamor, esas baratijas, y oteaba los pinos. Sin embargo volvía a imaginarme brazos exhaustos, chasquidos de labio y de sudor, insultos, formas de la posesión. Furioso, me asomé a la puerta. Miré hasta la pista de tenis y más allá también, y vi que los obreros aprovechaban la luna llena para embestir el dolmen con una enorme máquina parecida a una iguana; los golpes de la cabeza metálica contra la piedra desataban sobre el montículo un enjambre de chispas.
Perverso, en cierto modo. Aunque a mí no iban a robarme el sueño. Volví al living, cancelé la música y caí dormido. Debían de ser las cinco cuando me desperté congelado. Pero tenía una idea. El botarate de Monleón había ido derecho a la muerte porque creía que odiaba lo que no era capaz de controlar. Estaba enamorado de la chica y no había sabido ayudarla.
Al revés que yo, a quien la intemperie había dado inteligencia. Soy inmunólogo, sé que cada cual puede elaborar infinitas clases de anticuerpos. Estuve lustrando piedras hasta el amanecer y en vez de ladridos de muerte me hicieron compañía fragores de amor. "



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