Diario de oración (fragmento)Flannery O'Connor
Diario de oración (fragmento)

"Me impresiona la cantidad de cosas materiales por las que tengo que darte gracias y, más aún, lo afortunada que soy espiritualmente.
Sin embargo es evidente que no lo traduzco en hechos. Tú dices, querido Dios, que pidamos la gracia y se nos dará. Yo la pido. Me doy cuenta de que hace falta algo más que eso, que tendría que comportarme como si la quisiera. «No los que dicen, Señor, Señor, sino los que hacen la voluntad de mi Padre». Por favor, ayúdame a conocer la voluntad de mi Padre, pero no con ansiedad escrupulosa, tampoco de forma presuntuosa y descuidada, sino mediante un
conocimiento claro y razonable; y después, dame una voluntad fuerte que me permita plegar [ese conocimiento] a la voluntad del Padre.
Por favor, permite que los principios cristianos permeen mis obras y, por favor, que se publiquen mis obras para que los principios cristianos permeen [en los lectores]. Oh Señor, temo perder mi fe. Mi mente no es fuerte. Acaba presa de todo tipo de charlatanería intelectual. No quiero que sea el miedo lo que me
mantenga en la Iglesia. No quiero ser una cobarde que se queda contigo porque teme el infierno. Debería discurrir que, si temo el infierno, puedo estar segura de quién es su autor. Pero puede que los entendidos analicen mi temor al infierno y su insinuación sea que no existe. Yo creo en el infierno. A mi corto entender el infierno le resulta mucho más plausible que el paraíso. Sin duda es porque el infierno se parece más a la tierra. Puedo imaginarme las torturas de los condenados, pero no puedo imaginarme almas incorpóreas colgadas de un cristal alabando a Dios toda la eternidad. Es natural que no me lo imagine. Si pudiéramos hacer un mapa preciso del paraíso los científicos más punteros empezarían a hacer proyectos para su mejora y los burgueses venderían guías, a 10 centavos la copia, a lo largo de la autopista. Pero no pretendo ser ingeniosa, aunque pensándolo mejor, sí que pretendo ser ingeniosa y me gusta ser ingeniosa y que se me considere como tal. Pero la cuestión en concreto aquí es que no quiero tener miedo de estar fuera, quiero querer estar dentro: no quiero creer en el infierno, sino en el paraíso.
No me hace bien afirmar esto. Es cuestión del don de la gracia. Ayúdame a que sienta que, por este [don], renunciaría a todo lo terrenal. Y no me refiero a hacerme monja. "



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