Domingo (fragmento)Natalia Ginzburg
Domingo (fragmento)

"Él le pregunta a Loredana si no tiene que regresar ya con las otras niñas. No, responde Loredana, las niñas pequeñas no están en casa porque las ha enviado a Ostia a casa de una amiga del colegio y no regresan hasta el día siguiente, y la mayor, Alfia, la que tiene dieciséis años, da una fiesta ese día y ha invitado a treinta chicos, por lo que la casa debe de ser un caos; cuanto más tarde vuelva ella, mejor. Está pensando que esas sesenta mil liras se las tendría que dar a la señora Pasubio porque todo ha sido culpa suya, de Loredana, por su culpa se han subido a ese maldito Land Rover, la señora Pasubio desconfiaba. La señora Pasubio es pobre. No gana nada con esa ropa de segunda mano, no se la compra nadie, es horrible. De pronto se echa a llorar, de pronto le ha sobrecogido la tristeza. Se ha asustado, ha visto de nuevo a la niña con la cara cubierta de sangre. Le han dicho «conmoción cerebral». Y además está cansada, cansada en general, siente que se cae a pedazos, está cansada de su trabajo de mierda, de escribir a máquina todo el día a una velocidad de vértigo; el trabajo se lo ha encontrado Cicagna, Ernesto Cicagna, el padre de Alfia, pero no le gusta. Está cansada, le gustaría descansar. Y además Alfia es muy mala, igual que su padre. Tiene el mismo carácter duro de Cicagna. Es despreciativa, la trata fatal, le habla con un tono que da miedo. Llora y él le acaricia el pelo, esa melena frondosa, áspera.
La señora Pasubio regresa de buen humor con un puñado de vestidos porque Cristina le ha dicho que se pasará por su tienda. Ve a Loredana llorando y la visión de las lágrimas la vuelve arisca y despótica. Propone hacer un risotto. Rápido. No hay tiempo que perder. Un risotto rico y caliente es muy reconfortante.
Él se sienta en la cocina para hacer compañía a Loredana, que pica las cebollas. Loredana le sigue hablando de Alfia, pero ahora está tranquila; no sabe lo guapa que está Alfia, afirma, lo inteligente que es, lo bien que toca la guitarra. Él la mira mientras tanto, grande, fuerte, frente a la mesa, picando las cebollas a gran velocidad y rehogándolas en aceite, con la falda tan ceñida al vientre que se le distingue el ombligo, profundo como una taza. La época en que estaban juntos le parece ahora extraña y lejana, recuerda una sensación de opresión, y algo parecido a la opresión se renueva cada vez que la ve, o cuando ella lo llama para pedirle dinero, o consejo, o para llorar y quejarse de Cicagna o de los otros hombres con los que ha estado. Se siente ligado a ella con un lazo casual y fortuito, parecido al de las cintas o las cuerdas, lazos desordenados y viejos, fortísimos, indestructibles.
Tras el risotto la señora Pasubio echa las cartas a Cristina, porque la señora Pasubio es buenísima adivinando el futuro. Según la señora Pasubio, de aquí a un año Cristina encontrará al amor de su vida, un hombre con importantes responsabilidades públicas, un juez, un militar tal vez. Cristina y él regresan a casa a las siete de la tarde. Loredana se queda en via dell’Anima con Donatella, así no tendrán que ver su casa arrasada por los estragos de la fiesta. En casa, encerrado ya en su habitación, él se tumba en la cama y respira hondo. Poco después suena el teléfono. Responde, es Aliotta. Ya se ha enterado de todo, lo llama para decirle que ya se ha enterado de todo. Lo ha llamado Loredana. Los holandeses, el Land Rover, el coche dando vueltas, el risotto. Aliotta dice que ha pasado un hermoso día en medio del campo con la máquina de escribir, una paz total. No estaba preocupado por Loredana, se había dado cuenta de que era una cosa de nada, Loredana es una mujer con suerte, nunca le pasa nada, es siempre una tormenta en un vaso de agua. Qué tranquilidad hay en el campo, le gustaría no tener que regresar nunca. Se trabaja tan bien, va a seguir trabajando todavía un poco más, hasta la medianoche. Ha comido un sándwich de queso, una cerveza y ya está. Llovía, pero ha parado y ha salido la luna, una luna grande, amarilla, maravillosa. Qué paz más absoluta. Oye croar las ranas. "



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