Israel Potter (fragmento)Herman Melville
Israel Potter (fragmento)

"De modo que Israel partió mejor vestido pero no mejor informado.
¿Qué hacer ahora? Hizo un recuento de su dinero y llegó a la conclusión de que tenía suficiente para regresar a casa del doctor Franklin en París. En consecuencia, y dando un rodeo para evitar los dos poblados siguientes, dirigió sus pasos hacia Londres, donde cogió otra vez la diligencia para Dover. A su arribo a la orilla del canal se enteró de que precisamente el coche en el que iba era portador de la noticia de que toda relación entre las dos naciones había quedado temporalmente en suspenso. La circunspección y la estolidez formal características de sus compañeros de viaje —todos ingleses mutuamente desconocidos entre sí y pertenecientes a diferentes estratos sociales— habían impedido hasta ese momento que se enterase de la novedad.
He ahí otra acumulación de desgracias. Excepto la de un posible cautiverio o la de pasar hambre, toda perspectiva se disipó ante la realidad presente del pobre Israel Potter. El caballero de Brentford lo había halagado con la posibilidad de recibir algo bastante substancial por sus servicios como correo. Esa esperanza ya no existía. El doctor Franklin le había prometido ejercer sus buenos oficios para conseguirle un pasaje para América. Tal posibilidad quedaba ahora por completo excluida. El sabio había sugerido asimismo que acaso pudiera encontrarle un modo de que sus sufrimientos por la causa de su país fueran resarcidos, una idea que ya no cabía alentar. Israel recordó a continuación las sobrias palabras del sabio: «Nunca os exaltéis ante una perspectiva placentera; respetad, en cambio, sin abatiros, los malos agüeros». Pero la verdad es que ahora encontraba en todo sentido tan difícil hacer caso de la segunda parte de la máxima, como de la primera cuando le fuera expuesta.
Mientras estaba de pie en la costa sumido en sus afligidas reflexiones y contemplando la inalcanzable costa francesa, fue abordado campechanamente por un desconocido de agradable aspecto que, tras unos momentos de placentera conversación, lo invitó muy formalmente a entrar en un lugar de beberaje, más bien clandestino, sendero arriba. Aunque complacido ante aquel patrocinio en su desgracia, Israel miró inquisitivamente al hombre, no completamente satisfecho en cuanto a sus buenas intenciones. Pero el otro, con juguetón apremio, lo arrastró sendero arriba hasta hacerlo entrar en la taberna, donde, tras pedir unas copas, bebieron ambos por sus respectivas salud y prosperidad. "



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