El emperador de Portugalia (fragmento)Selma Lagerlof
El emperador de Portugalia (fragmento)

"El paseo diario del ingeniero Boraeus, que trabajaba en la fundición Borg, consistía en acercarse al embarcadero a presenciar la llegada del vapor. Para esto solo tenía que atravesar un hermoso bosque de píceas, y siempre encontraba algún pasajero con el que cruzar algunas palabras que lo distrajeran de la monotonía de la vida rural.
A la salida del parque se precipitaban hasta el agua unas grandes lajas donde solían sentarse los que llegaban de lejos a esperar el buque. Siempre había mucha gente en este recodo del camino, el último antes de llegar al muelle, que era conocido como el mirador de Borg. La hora de llegada del vapor nunca se sabía con exactitud, pues aunque no era probable que llegase antes de mediodía, y a veces tardaba hasta la una o las dos, alguna vez se había adelantado una hora y a las once ya estaba amarrado al muelle. Los muy prudentes llegaban al mirador a las diez, y no era infrecuente que tuvieran que esperar toda la mañana.
El ingeniero dominaba desde su estudio en Borg el espléndido panorama del lago Löven. Veía cuándo el vapor doblaba el cabo y por eso siempre bajaba al embarcadero a la hora justa. Nunca había tenido que esperar en el mirador y al pasar delante apenas se fijaba en quienes estaban sentados en las rocas.
Un verano, sin embargo, llamó su atención un hombrecillo de aspecto simpático y bonachón que cada día esperaba allí tranquilamente hasta que el vapor se presentaba a la vista. Entonces se levantaba de un salto y, pintada en su rostro una gran alegría, bajaba precipitadamente para ponerse delante de todos, como seguro de recibir a la persona esperada. Pero nunca llegaba nadie para él, y aquel día, como todos los demás, zarpaba el buque y el hombrecillo se quedaba solo y emprendía su regreso triste, fatigado y envejecido. Al verlo así, parecía que no tendría aliento para subir la cuesta.
El ingeniero no conocía a aquel hombre y quiso saber quién era. Un hermoso día soleado lo vio donde siempre, sentado en el mirador con la vista fija en el lago, pero esta vez se le acercó y, después de saludarlo, le preguntó si esperaba a alguien. Enseguida supo que tenía una hija que se había ausentado de casa y debía llegar ese día. "



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