La sospecha (fragmento) "Todos deberíamos ser Quijotes si de verdad tuviéramos el corazón en el lugar debido y un granito de entendimiento bajo la tapa de los sesos. Pero nosotros no tenemos que luchar contra molinos de viento como el viejo y enjuto caballero de la armadura de hojalata, mi estimado amigo. Ahora hay que combatir contra gigantes muy peligrosos: unas veces auténticos monstruos de la brutalidad y la astucia; otras, saurios descomunales que siempre han tenido cerebros de gorrión; todos ellos bestias que no existen en los libros de cuentos ni en nuestra imaginación, sino en la realidad. Esta es, pues, nuestra misión: combatir la inhumanidad en todas sus formas y bajo cualquier circunstancia. Y lo más importante será cómo luchemos y que actuemos con un poco de inteligencia. Luchar contra el mal no debe ser como jugar con fuego. Aunque justo usted, Fortschig, está jugando con fuego porque lleva a cabo una lucha noble, pero sin aplicar la inteligencia, como un bombero que en vez de agua echase aceite sobre las llamas. Cuando uno lee el periódico que usted publica, esa gaceta insignificante, enseguida piensa que habría que acabar con toda Suiza. También yo soy perfectamente consciente de que en este país hay muchas, ¡y hasta muchísimas!, cosas que no andan nada bien y son, en parte, culpables de mis canas, pero querer por ello arrojarlo todo al fuego como si viviéramos en Sodoma y Gomorra es una reacción del todo equivocada y no muy cortés que digamos. Actúa usted casi como si se avergonzara de amar a este país, y eso no me gusta, Fortschig. Uno no debe avergonzarse de su amor, y el amor a la patria es un sentimiento muy puro, solo que ha de ser severo y crítico para no convertirse en amor ciego. Así pues, hay que barrer y fregar cuando se descubren manchas y suciedad en la patria, tal como Hércules limpió de estiércol el establo de Augías, de todos sus trabajos este es el que me resulta más simpático; derribar de inmediato la casa es, en cambio, absurdo y poco inteligente, ya que en este pobre y maltrecho mundo cuesta mucho construir una nueva; para ello hace falta el esfuerzo de más de una generación, y cuando por fin se construye, tampoco resulta mejor que la demolida. Lo importante es que pueda decirse la verdad y luchar por ella sin recalar al instante en Witzwil. En Suiza esto es posible, debemos admitirlo y estar agradecidos; no tenemos por qué temerle a ningún consejero gubernamental o federal, o comoquiera que se llamen. Cierto es que unos cuantos deben vivir desharrapados y a la buena de Dios, y reconozco que es algo ignominioso. Pero un auténtico Quijote se sentirá orgulloso de su mísera armadura. La lucha contra la estupidez y el egoísmo de los hombres ha sido siempre difícil y costosa, y ha estado unida a la pobreza y a la humillación. Pero es una lucha sagrada, que hay que librar con dignidad y no con ayes ni lamentos. " epdlp.com |