Formentera Lady (fragmento)Jordi Cussà
Formentera Lady (fragmento)

"La veo y no me lo creo. Son las menos cuarto de una aurora de octubre más bien ventosa, y Cristóbal y Layla se han resguardado detrás del labio inferior de una barca varada para darse calor y placer. Si no estuviera tan colocado quizá tendría una pizca de celos, porque Layla me gusta desde hace días, pero nunca encuentro el modo de dárselo a entender. Perla se ha escondido de espaldas a la espalda de la misma barca, obsesionado en liar otro peta de kif para descifrar el significado preciso de la media docena de nubes que, como bailarinas en el escenario, se columpian frente al telón azul turbio, según él, cada nube es una idea y el kif, la clave del enigma.
La veo y no me lo creo. Creo, cuando la veo elevándose entre las olas metálicas, que es una alucinación condicionada. Como el reflejo de Pávlov. O el dicho resabido de la yaya: quien tiene hambre sueña pan, y quien está en celo sueña con una modelo. Como esa figura, sirena, persona, que ahora sale del agua, nadando, chapoteando, hasta ponerse en pie y andar. Desnuda como una anchoa y no mucho más tetuda, viva contra el gris de fondo como un pez de carne con piernas.
(…)
Llego al mar. Lo noto, una vez más, por el olor. Después, porque intuyo una mancha de un azul impreciso al final de la calle, bajo las sábanas Rossellini, tendidas de balcón a balcón. Cinco minutos más tarde, para tocarme las pelotas, se me ocurre la estupidez de que este mismo mar cetáceo también besa, moja, rebota, contra la playa de la Barceloneta. Me he preguntado mil veces, y daría un dedo por no reincidir, qué habría sucedido si Cristóbal y Layla no se hubiesen peleado mientras hacían manitas. También me he preguntado mil veces (y ya nunca lo descubriremos) por qué se pelearon exactamente. Ya sé que este tipo de preguntas solo provocan más preguntas, y que nosotros, o sea los vivos, no tenemos por qué meter las narices.
Navego de cara al Castel dell’Ovo, que cierra el arco del litoral como una boya de piedra enorme, discurriendo a lo largo de un paseo larguísimo, tres o cuatro metros por encima del mar y a diez o doce de distancia. Pero la Barceloneta me ha estropeado el momento y al final llego a la conclusión de que he venido solamente para olisquear el agua salobre, reencontrar la añoranza y sollozar un poquito. Me siento en un banco de piedra porque casualmente está vacío. Una nube gruesa con forma de explosión atómica se planta delante del sol, y el sol lo compensa irradiando un sagrado corazón de láser a su alrededor. Seguro que con un buen canuto de kif le encontraría significados trascendentales. Pero Toni me tiene jurado en la abstinencia pura y dura, y las nubes solo me ayudan a soltar la primera lágrima. "



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