Jack (fragmento)Marilynne Robinson
Jack (fragmento)

"Así que ahora tenía otra cosa de que preocuparse. ¿Qué había estado haciendo Bradshaw en el cementerio con su ropa de trabajo en plena noche? Y había tenido demasiada prisa para preguntarle siquiera a Jack por qué estaba durmiendo en una sepultura con un ramo de flores marchitas sobre el pecho. Más gente pasaba la noche en el cementerio, pero las flores habrían provocado cierta cautela, en circunstancias normales. La autoparodia puede resultar difícil de explicar. Pero no buscó nada de charla, sólo aquellas pataditas con la punta de la bota. Y la apresurada entrega del dinero, para acallar la posible reticencia, pensó Jack. Y después la apurada desaparición hacia el día que todavía era casi noche. Aquel hombre había convertido a Bradshaw en anónimo, por sus buenos motivos, sin duda, y había dejado a otro Bradshaw en su lugar para cuando llegara la policía.
Aparte de eso, si el hombre había hecho algo detestable y reprobable según el código de la hermandad de jardineros del cementerio y sancionable sólo con su desdén y ostracismo eso le vendría bien a los propósitos de Jack, tal como estaban las cosas. Al principio había creído que el hombre del sendero se había fijado en la disparidad entre el nombre del bolsillo y la cara macilenta bajo la gorra, y le tranquilizó pensar que, aunque el nombre tuviera mala fama localmente, el hombre al que pertenecía era de algún modo un desconocido, un furtivo con éxito. Algo notable para un gigantón, es verdad. Más valía que lo imitara, lo que para Jack resultaría más fácil tras la estela de repugnancia que Bradshaw había dejado a su paso.
Jesús bendito, la cabeza de Jack repasó la muy larga lista de posibles infracciones, se vio a sí mismo acusado y condenado, prefiriendo antes ahogarse, como algo menos judicial que lo colgaran, menos probable que lo consideraran una confesión implícita, y se preguntó por enésima vez cómo se había quedado atrapado en una vida tan ridícula. La inocuidad no es para los débiles de corazón.
Si había optado por ahogarse, más valía hacerlo ya, antes de verse enredado en l’affaire Bradshaw. Pero si las infracciones de Bradshaw fueran verdaderamente graves, tal vez debería esperar ahí para defenderse, con todo lo fútil que sería, en lugar de parecer que confesaba y permitir que se proyectase la sombra que fuese sobre aquel riguroso púlpito, aquella honesta casa, aquella ciudad inobjetable, aquel estado serio…, en ese momento ya estaba sudando y temblando por un delito sin identificar que puede que ni hubiera existido y con el que, en todo caso, él no tenía nada que ver. Ni siquiera podía pensar en Della. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com