La Cueva del Sol (fragmento)Elias Khoury
La Cueva del Sol (fragmento)

"Ali Rábih fue el héroe de Marún Ar-Ras en el setenta y ocho. Los israelíes estaban barriendo nuestras posiciones durante la primera invasión del Líbano, pero él no huyó. Él, y sólo él, con su pequeño grupo de combatientes, resistió, luchó y se convirtió en un héroe. Nos pensábamos que había muerto, puesto que en aquellos días dábamos por muerto a todo aquel que no se hubiera retirado a tiempo. A la huida la llamábamos retirada, sí, y así íbamos... Ali Rábih regresó vivo y coleando y pudo contarlo y se convirtió en héroe.
Yo fui testigo de cómo del corazón de Ali Rábih saltaba una fiera desconocida. Combatíamos en el barrio de Al-Baryaui, todo esto antes de caer en combate y antes de irme a China y antes de la medicina. Allí vivía un hombre, Abu George, un simple ciudadano en nada relevante como para que se le mencione en los libros de historia. Abu George vivía en su casa, situada en el bajo del edificio de tres plantas que hay en el cruce que divide Al-Baryaui en dos mitades, la una segura y la otra expuesta al fuego de los hombres de las milicias falangistas pertrechados en los edificios altos de Achrafie, frente a Al-Baryaui.
Abu George, no sé su nombre completo, era amigo nuestro. Por su acento se podía saber que era de origen sirio. Era de Malula, el pueblo con las casas excavadas en la roca y cuya gente todavía habla en arameo y reza en la misma lengua que rezó Jesucristo.
El hombre vivía solo en su casa, cocinaba para él solo, escuchaba la radio solo y siempre nos miraba con ojos adormilados. Era bajo y gordo, con una frente amplia y una cara redonda, blanca, arrugada. No hablaba de política con nosotros. Nos había dicho que su hijo había emigrado a Canadá y que tenía una hija, María, que vivía en París. Abu George decía que no podía abandonar la casa porque estaba atado a los recuerdos de su esposa, que había muerto allí cuando todavía era joven, y, además, detestaba la idea de emigrar a Europa: «¡Mejor la mala hierba del país que el trigo de los cruzados!», exclamaba mientras observaba cómo nos aprestábamos a subir a la azotea con nuestros uniformes caquis y nuestras armas. «¡Mejor la mala hierba!», repetía.
Abu George no se opuso a que ocupáramos la planta tercera del edificio donde Ali Rábih montaba el cañón Doshka. Él se limitaba a observar detenidamente nuestras armas cuando nos invitaba a tomar un café y nos decía: «¡Mejor la mala hierba!».
Estoy seguro de que Abu George no nos tenía mucho aprecio. Hablar de afecto aquí está fuera de lugar. No se puede decir que nos admirara, y estaba en su derecho, porque no creo que en nosotros hubiera nada digno de admiración. Como mucho hubiéramos podido despertarle compasión. Discutíamos, organizábamos emboscadas, levantábamos barricadas, disparábamos, caíamos.
Decenas de los nuestros fueron abatidos en el barrio de Al-Baryaui. Era ilógico pretender convertir la calle en un frente estable. Quien ocupara Al-Baryaui tendría que completar la misión hasta An-Násira, en el corazón de Achrafie, o en su defecto retirarse. Por lo que a nosotros respecta, nos quedamos allí para morir. No fue una decisión nuestra, ya lo sabes. Éramos soldados, es decir, proyectos de mártires. "



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