Tamaris (fragmento)George Sand
Tamaris (fragmento)

"Vinieron a interrumpir nuestra conversación, y cuando regresé a la fonda en que me hallaba alojado, escribí al barón de la Rive. Estaba bastante contento de mí mismo. La Florade había conseguido recordarme mi deber. Me hallaba muy resuelto a defenderme contra mi propio corazón, y ni por un solo instante podía yo admitir que por mí tuviese que combatir la marquesa en tiempo alguno a su amor.
Pasé ocho días sin verla. Tenía noticias de Tamarís por Aubenel y por Pasquali. Pablo seguía bien. La marquesa vivía en una serenidad angelical. Apresure la conclusión de mi asunto. Mademoiselle Roque nada decidía, y como yo no quería aguardar indefinidamente a su capricho, vendí mi zona de alcachofas lo menos mal posible a un hortelano rico de la Seyne. Hice una visita a la Genovesa y la encontré mejor. Mis calmantes hacían maravillas. Había recobrado el sueño, sus ojos tenían menor fijeza, su mirada no era ya tan espantosa. Evité hablarla de su estado moral, temiendo despertar de nuevo el incendio, y llevé la buena noticia de tan marcada mejoría a La Florade, a quien dejé de sermonear por temor de que volviese a sus comentarios respecto de mí. Ni siquiera quise averiguar si había visto alguna otra vez a la marquesa, y no supe realmente si había vuelto a Tamarís.
Arregladas así todas las cosas, me disponía a abandonar la Provenza, y a hacer mi visita de despedida a la marquesa de Elmeval, cuando recibí del barón de la Rive la siguiente carta:
«Querido niño: me siento ya bastante fuerte para abandonar a Niza, en donde me aburro desde que estamos separados; pero me juzgas todavía demasiado joven para habitar en el norte de Francia. Puesto que Tolón es un término medio, y hay siempre ahí buenas gentes, puesto que mi querida Ivona (este es el nombre de infancia que yo daba a la marquesa), se encuentra bien en esos parajes, quiero ir a pasar mis últimos tres meses de destierro al lado suyo. Mi vecindad de setenta y dos años no la comprometerá, y sabe muy bien que no seré un vecino importuno. Sin embargo, no quiero hacer nada sin su permiso. Ve, pues, a veda de mi parte, y si tiene tanto placer en verme como yo en estar a su lado, ocúpate en colocarme en una quinta, en el cuartel de Tamarís o en el de Balaguier. Ya ves que me acuerdo de ese país. Me acuerdo, también, de una casa bastante linda, al gusto italiano, con una fuente y un terrado, la antigua quinta de Cairo. No sé a quién pertenece ahora. Procura adquirirla para mí. Debe estar muy cerca de las quintas de Tamarís y de Pasquali, en la vertiente de la colina, cerca de la playa. Sacrifícame todavía algún tiempo para instalarme, y cuenta con que, si tu respuesta no se opone a ello, tu viejo amigo filosofará y chocheará contigo dentro de ocho días».
Una hora después de leer esta carta me hallaba en Tamarís. La marquesa estaña de paseo, resolví esperarla y fui a examinar la quinta de Cairo, que aún no había yo visto más que por fuera. Era un palazzetto genovés bastante elegante, y la fuente con sus surtidores, los peldaños de la escalinata tapizados con hermosas plantas exóticas, el jardín en forma de terrado, rodeado por una balaustrada singular, llena de nichos redondeados, la estufa bastante grande, a bosquecillo de laureles formando una espesa bóveda, verde por encuna de la corriente superior del manantial, la pradera bien abrigada por la colina del fuerte, el bosque de pinos y de alcornoques que bajaba hasta el mismo pie dé la colina, una alquería situada a poca distancia, lindando con el cercado de Tamarís y comunicando con el jardín, por medio de una alameda de hermosos plátanos guarnecida de regueritos de aguas corrientes, todo era agradable y se hallaba bien dispuesto para los cortos paseos a pie que podía dar mi anciano amigo. Pedí informes a unos colonos muy toscos y rudos; la casa estaba deshabitada, se la podía examinar y alquilarla en su totalidad o en parte. Vi las habitaciones, que me parecieron sanas y bastante cómodas. Pregunté cuál era el precio del alquiler, y antes de estipular nada definitivamente, volví a Tamarís. La señora no había vuelto todavía."



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