Los pescadores (fragmento)Hans Kirk
Los pescadores (fragmento)

"Tabita no respondió. Una pequeña sonrisa se instaló en sus labios. Había en ella algo de travieso, como si estuviera guardando un secreto. El domingo, cuando los demás estaban en la iglesia, metió al niño en el coche y atravesó el pueblo silencioso. Siguió por el camino, y tomó un sendero que discurría entre prados y llevaba al fiordo. El coche traqueteaba sobre la pista irregular, y un ave fría aleteó sobre su cabeza como un manojo de plumas. En la playa se sentó sobre las algas secas y amamantó al bebé.
Su novio le decía en la carta que iba a ir a visitarla a bordo de un barco que le habían prestado. Desde donde estaba sentada veía el embarcadero y tenía una amplia vista del fiordo.
Las vacas pastaban en los prados. El agua lanzaba destellos a la luz del sol. Pateaba la playa un correlimos de canto cálido y tierno. En una roca que sobresalía en el fiordo cerca de la orilla, una garza secaba sus plumas al sol: era un ejemplar viejo, pensativo, con la cabeza hundida contra su pecho. Las moscas zumbaban en torno a Tabita, y de vez en cuando pasaba volando una libélula.
Una anciana llegó caminando. Se desvistió a cierta distancia y estuvo chapoteando donde hacía pie. Se quedó quieta entre las algas y dejó que el agua la refrescara. Se había dejado puesta la camisa, que aleteaba en torno a ella cuando volvió hacia la orilla. Era una mujer gordísima de gruesas piernas y con unos brazos enormes.
En una de esas, Tabita divisó un barco de vela en la parte este del fiordo. Metió al niño en el coche y saludó hacia el barco con su pañuelo. Una nube tapó el sol, y la sombra se desplazó sobre el agua como un gran témpano azul oscuro. "



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