Preparación para la próxima vida (fragmento)Atticus Lish
Preparación para la próxima vida (fragmento)

"La casa estaba en silencio y la lamparilla seguía encendida en aquella noche de finales de invierno.
La tierra entera viajaba por el cosmos. El cosmos se asemejaba a la estepa siberiana y la tierra era un jinete que la cruzaba. El jinete llegó al bosque de alerces donde los ancestros de Zou Lei cazaban renos y siguió cabalgando hacia el sur, a las praderas infinitas. Ella cabalgaba tras él y a su paso brotaban flores silvestres en la tierra color avena. El jinete llevaba una máscara de madera con un gran pico, para transformarse en halcón y encontrar el camino. Se acercaron a la ladera de un valle. Allí encontrarían prados verdes y manzanos donde cantaban los pájaros.
Zou Lei abrió los ojos y se quedó mirando las baldosas aislantes del techo. La casa estaba en silencio, pero ella creía que la había despertado un ruido. Movió los ojos. La lámpara de noche proyectaba una tenue luz amarilla a través del pergamino de la pantalla y la pared parecía rugosa en la penumbra. Se volvió para comprobar que la puerta de la habitación estaba cerrada por dentro. El armario, abierto, dejaba el calentador a la vista.
Algo hizo que se volviera hacia Skinner. Alargó la mano para tocarlo y vio que tenía la espalda mojada y el algodón pegado a la piel. Tocase donde tocase, todo el cuerpo estaba frío y húmedo. También la manta militar estaba empapada en sudor.
Del cuerpo de Skinner emanaba una sensación ajena, como si ella fuese una desconocida. Aunque respondió a sus preguntas, Zou Lei supo que él no estaba allí. Skinner, ¿sabes dónde estás?, le dijo. Sí, contestó él. Estoy bien. Pero lo dijo de un modo que indicaba que dormía, y Zou Lei no se atrevió a preguntar nada más.
Skinner empezó a jadear en sueños. Ella comprendió que estaba llorando. Se lo quedó mirando, asombrada.
¿Qué ha pasado?, suplicaba él. ¿Qué ha pasado? Dios mío, ¿por qué ha tenido que pasar?
Ella quiso consolarlo, pero intuyó que él se revolvería y le pegaría si lo tocaba.
Todo va bien, no pasado nada, susurró.
Skinner asintió con los ojos cerrados y ella creyó que estaba consciente y que la escuchaba. Consiguió que soltase la manta militar que apretaba en los puños y volvió a taparlo. Se acurrucó a su lado, con el corazón también desbocado, y le miró la espalda. Poco a poco, fue calmándose porque notó que él se calmaba y finalmente volvió a dormirse.
Despertó una vez más. La habitación tenía el mismo aspecto que había tenido a lo largo de toda la noche. La lámpara seguía encendida pero, cuando miró por la ventana, vio la luz azulada del amanecer.
Salió de la cama pasando por encima de Skinner, con cuidado de no despertarlo, y luego se volvió para mirarlo. El corto cabello castaño, la zona rapada encima de las orejas, los granos de la cabeza. El tatuaje verde desvaído del cuello. El mal cutis de la frente. La cara sin afeitar. La boca abierta en la almohada. Se había tomado otra pastilla y ahora parecía un drogadicto tirado en un arcén, desplomado en la colina de la mezquita de Kasghar. "



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