Colonos en Georgia (fragmento)Caroline Miller
Colonos en Georgia (fragmento)

"Había venido el otoño; ya estaba cardada la lana, y en el jardín se marchitaban los girasoles, salvo dos o tres, tardíos, que aún desplegaban su pompa como colas de pavo real. Margot había prometido a Cean una pareja de pavos reales. Y los ojos de Cean habían brillado al pensar que los pavos reales se paseaban en la Costa, en los jardines de los plantadores ricos.
Lias gustaba también del esplendor de los girasoles. Había plantado varios bajo la ventana de Margot. Cierto que se marchitarían, mas sus raíces seguirían viviendo bajo tierra hasta la primavera siguiente, y entonces habrían de rebrotar, vigorosos, bajo las ventanas abiertas, espléndidas sus flores, más bellas para Lias que el más puro oro arrancado a la tierra.
A Lias le parecía amar a Margot más que antes. Ella había cambiado misteriosamente desde que le abandonara aquellos dos días. Fuera como fuese se había enterado del beso que él diera a Bliss. Y, de otra parte, ¿por qué se le había ocurrido a él abrazar a Bliss? ¿Qué era esta a sus ojos, sino una chiquilla que le sonreía tímidamente tras la cerca y acudía a veces a contarle alguna historia sobre el ganado? ¿Por qué se había fijado en ella? En los ojos infantiles de la mocita se leía que le adoraba, pero en los ojos de mujer de Margot se leía lo mismo. ¿Por qué diablos había besado a Bliss?
Con cierta sensación de culpa, recordaba la menuda mejilla unida a la suya, el beso tímido pero insistente que ella le había devuelto y los cabellos suaves que le habían acariciado las sienes. Esas impresiones eran nuevas para él. Hasta entonces nunca se le había ocurrido que entre hombre y mujer pudieran existir cosas así. No acertaba a definir aquel sentimiento, impalpable en cierto sentido, como el disiparse de una flor de cardo al paso de una brisa acariciante. Era el beso de una niña a punto de convertirse en mujer.
Jasper celebraba que Lias hubiese vuelto con Margot y que el desacuerdo entre ambos no hubiera durado, pero en su interior experimentaba cierta impresión de abrasador enojo. Seen, para consolar a Margot, había declarado que cosas semejantes eran corrientes entre marido y mujer, y que ella, como madre, padecía, viéndolas, más que la esposa. Margot se negaba a creer que otra persona hubiese sufrido lo que ella cuando había huido a casa de Cean, mientras sus pies, pesados como el plomo, se negaban a dar un paso que los alejase de Lias. Jake, por su parte, no entendía que uno se tomase tantas preocupaciones por cuestión de mujeres, y había resuelto no casarse jamás.
Vince no decía nada. Cuanto más avanzaba en la vida, menos comprendía de ella. En todo caso, opinaba que una mujer no tiene derecho a huir, ni un hombre debe consentírselo. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com