Elogio de Roma (fragmento)Elio Arístides
Elogio de Roma (fragmento)

"De todos los rincones de la Tierra y de los mares afluyen a vosotros los productos de todas las estaciones y de todos los países, los de los ríos y de los lagos, y todo cuanto pueda crear la industria de los griegos y de los bárbaros. ¿Se desea contemplar todos estos productos? Es menester recorrer la tierra entera o habitar en Roma. Aquí se halla siempre en abundancia todo cuanto la naturaleza y la industria producen en todos los pueblos. A cada estación del año, sobre todo en otoño, tantos navíos de transporte vienen a atracar a los muelles del Tíber, que Roma es, en cierta manera, el mercado universal del mundo.
Los frutos de la India y de la Arabia Feliz son tan numerosos entre vosotros, que se puede pensar que todos los árboles de aquellos países se han quedado sin frutos. Si los hindúes o los árabes necesitan productos de su suelo, a Roma tendrán que venir a buscarlos. Los tejidos de Babilonia, las joyas de la barbarie más lejana, llegan a Roma en mayor cantidad y con mayor facilidad que si se tratara de transportar a Atenas un producto de Naxos o de Citnos.
Vuestro dominio agrícola comprende Sicilia, Egipto y todas las tierras cultivadas de África. Es un continuo ir y venir de navíos a vuestros muelles. Aquí en el punto de reunión de todo cuanto el comercio, la navegación, la agricultura, las minas, la industria de todos los tiempos y de todos los pueblos pueden producir; de todo cuanto la naturaleza, en fin, puede criar. Lo que no se encuentra en vuestro país, no existe, no puede existir, en ninguna parte.
[...]
Ahora todas las ciudades griegas prosperan bajo vuestra hegemonía y los monumentos que se dedican en ellas y todos sus ornatos y  comodidades son bellos suburbios en vuestro honor. La costa y el interior se han llenado de ciudades algunas de nueva fundación, otras engrandecidas por vosotros...
Preocupándonos grandemente de los griegos, como si fueran vuestros padres adoptivos, constantemente les tendéis la mano, y cuando están postrados los levantáis. Dejáis en libertad y autonomía a quienes de ellos fueron antaño los más nobles y poderosos, y guiáis al resto moderadamente con mucha consideración y previsión. Como en fiesta, el mundo civilizado depone las armas que fueron su antigua carga y se entrega a las galas y a toda clase de alegres pensamientos, con posibilidad de realizarlos. Las demás rivalidades han desaparecido de las ciudades y únicamente les queda esta pugna ¿cómo podría mostrarse cada una más bella y atractiva?... Jamás dejan de afluir de parte vuestra beneficios para las ciudades y es imposible determinar cuáles han sido las más favorecidas, porque vuestra benevolencia con todas es la misma.
Relumbran de esplendor y encanto las ciudades, y la tierra entera ha quedado embellecida como un jardín... Por ello, es justo compadecerse únicamente de aquellos que están fuera de vuestra hegemonía, si es que en realidad alguno hay, porque se pierden tales bendiciones. Asimismo sois vosotros quienes mejor habéis demostrado el general aserto de que la Tierra es la madre de todos y la patria común. Ahora, ciertamente, le es posible a griegos y no griegos el viajar donde les plazca, con o sin sus bienes, fácilmente, como si de patria a patria se pasara. Ni las puertas de Cilicia ni el paso a Egipto entre arenas a través del país de los árabes, ni las tribus inhospitalarias de los bárbaros causan temor, pues para estar seguro basta ser ciudadano romano, o mejor dicho ser uno de los que están unidos a vuestra hegemonía. Homero dijo: «La Tierra es común a todos», y habéis hecho que resultara cierto su aserto. Habéis medido y registrado el campo en todo el mundo civilizado; habéis tendido sobre los ríos puentes de todas clases, trazado calzadas a través de las montañas, y colmado los lugares yermos de lugares donde repostar; habéis acostumbrado a todas la regiones a llevar una vida organizada y ordenada. "



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