El mundo helenístico (fragmento)Pierre Lévêque
El mundo helenístico (fragmento)

"El mercenario, a menudo exiliado para siempre, se convirtió en una especie de apátrida desprovisto de cualquier derecho político. La vida militar y la vida civil, tan estrechamente unidas en la Grecia clásica, se disociaron definitivamente. Cierto es que había guarniciones, unidades e incluso asociaciones de soldados que votaban los decretos honoríficos y elegían magistrados, pero dicha actividad carecía de auténtica realidad y, seguramente, dejaba traslucir la nostalgia que muchos de ellos sentían por las antiguas instituciones.
La condición social del mercenario es difícil de definir, ya que evolucionó de modo considerable. En el siglo III, estaba bien retribuido en metálico y en especies, sin contar con las ventajas suplementarias, lo que hacía que la carrera de las armas estuviera muy solicitada. El soldado era, a la sazón, un personaje bien alimentado, bien vestido, bien servido, y feliz con su situación. Por el contrario, en el siglo II, con la crisis económica que castigó severamente a las monarquías helenísticas, la profesión perdió muchos de sus atractivos: mal remunerado y menesteroso, el soldado no era muy distinto del campesino con el que, forzado a cultivar su tierra, compartía las ocupaciones más bajas.
Semejante evolución explica las nuevas relaciones entre el soldado y la población de la ciudad o de la aldea donde estaba acantonado. En el siglo III, las quejas contra los mercenarios eran numerosas: durante el reinado de Evergetes, hubo propietarios que arrancaban las techumbres de sus casas y obstruían las puertas con altares como muestra de resistencia a aceptar la requisición. En el siglo II, parece que se estableció un modus vivendi, en la medida en que el ejército era mucho más autóctono y el soldado ya no era el privilegiado de antes: más cercano al campesino, ya no suscitaba aquel odio feroz que se entrevé en los papiros del siglo III. Desarraigados, los mercenarios griegos o macedonios se mantuvieron radicalmente vinculados al helenismo, aunque padecieron el influjo profundo de los cultos locales. Parece que, en gran parte, hay que atribuirles la fundación de los gimnasios, que se multiplicaron en los reinos helenísticos. Cabe hacer de nuevo, sin embargo, una distinción: en el mundo sirio-Anatolio, los gimnasios se abrieron a los indígenas ansiosos por acceder a la cultura griega; por el contrario, en Egipto, eran clubes celosamente reservados a los ocupantes; cuando el ejército fue invadido por los semitas, los gimnasios se convirtieron en el centro de una especie de francmasonería helénica que quería preservarse de la contaminación de los bárbaros. "



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