Expédition des deux-Siciles (fragmento)Maxime du Camp
Expédition des deux-Siciles (fragmento)

"Cuando llegué a Génova en el albur de los primeras calendas de agosto del año 1860, de súbito sorprendió mi ánimo la corajinosa concurrencia de la expedición de Garibaldi, a la que me vi inequívocamente impelido a unirme y fui efectivamente reclutado sin misterio alguno. Sustraída, por así decirlo, a la acción preponderante del gobierno turinés, Génova semejaba haber devenido en una especie de plaza de armas de la que el dictador se proveía del contingente necesario en cuanto a hombres y municiones relativos a la acuciante empresa siciliana. Es justo subrayar que cuando el ministerio piamontés, en aras de oponerse debidamente a la falange que tenía previsto desembarcar en Marsala, había requerido formalmente al gobernador militar de Génova hacer acopio de sus tropas, éste respondió lealmente que al primer gesto de Garibaldi absolutamente todos los soldados del ejército sardo desertarían para seguirlo. Dado este statu quo, lo más prudente era abstenerse de facto, cerrar los ojos y tener a bien expresar en forma de notas diplomáticas un pesar y una congoja apenas sentidos. Eso es lo que hicimos y los acontecimientos corroboraron, más allá de cualquier otra mera probabilidad, que la unión y la liberación italianas, tan a menudo anheladas en vano, estaban prontas a cumplirse y que habría sido una insania y una infamia pretender oponerse a tal denuedo.
Los voluntarios, fácilmente reconocibles por su atuendo escarlata, marchaban estruendosamente por las angostas calles genovesas al son y al clamor de los tambores. Los oficiales se aprestaron a cenar en pequeñas comitivas en el Café de la Concordia. Los soldados, tan imberbes en su mayoría que semejaban la candidez de la adolescencia,  se entretenían jugando en el Paseo Acqua-Sola; La casa del doctor Bertani, alma viviente y sempiterno adalid de este movimiento, siempre estaba llena; en el puerto, los barcos de vapor se recalentaban convenientemente mientras iban llegando las tropas que partirían hacia su glorioso destino entre los vítores de los voluntarios que proferían al unísono el grito de guerra en pos de la conquista del reino: «Viva Italia, toda y una». "



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