En las aguas de Abano (fragmento)Émile Souvestre
En las aguas de Abano (fragmento)

"Mientras la Marquesa hablaba, el genovés había palidecido por momentos; sus facciones habían tomado una expresión imposible de describir: era una angustia la suya que tenía algo de cruel; una especie de desesperación que hacía sufrir sin inspirar piedad: el dolor de Satanás.
-¿Por qué no me ha querido usted- dijo fijando en la Marquesa una mirada funesta;-usted es quien ha querido todo cuanto ha pasado: la dicha hubiese amansado mi alma; usted la ha exasperado. Esta destreza de espadachín que usted me reprocha, ha sido el mundo quien me ha obligado a adquirirla. Yo era físicamente repulsivo, me veía abandonado de todos y tenía necesidad de defenderme contra el menosprecio de los demás: entonces me hice hábil para poder matar. Después, lo que había sido cálculo vino a ser costumbre: puse mi orgullo en una ciencia de la que antes no había querido hacer más que mi salvaguardia. ¿Por qué había de perdonar a los que me odiaban? El odio de los demás vuelve perverso al hombre. ¡Ah! Cuando la conocí a usted, Dios es testigo de que no hubiese querido jamás verter sangre; pero ¿podría yo borrar el pasado? Rehusó usted mi amor; vi el desprecio de usted a través de su miedo, y entonces sentí en mi pecho una rabia sorda. ¿Por qué había yo de dejar a otro la felicidad que a mí me negaban? ¿Me lo hubiese usted sabido agradecer siquiera? ¡Se hubiese usted burlado de mí en los brazos del rival preferido! ¡No he querido! Si soy cruel, Blanca, es porque no puedo soportar la idea de que pueda usted amar a otro.
-¿Y he de ser yo esclava de esa pasión?
-La adoro a usted y soy celoso.
-¡Pero yo no le amo a usted!
-¡Ah, lo sé! Y, sin embargo, este amor podría cambiar mi vida y redimir mi pasado.
Y cogiendo las manos de la Marquesa las estrechó violentamente contra su pecho, exclamando:
-¡Oh! ¡La amo a usted tanto, Blanca! ¿Por qué no tiene usted piedad de mí?
-¡Déjeme usted!- dijo la joven queriendo desasirse.
-¿Qué es preciso hacer para que usted me escuche?
-¡Déjeme usted!
-¡Blanca, tú no puedes negarte siempre a mis ruegos! Te adoro tanto, que acabarás por ser mía.
-¡Antes un convento!- gritó desesperada la joven.
-¡Te robaría!
-¡Entonces, la tumba!
Marliano dejó caer las manos que estrechaba.
-¡Usted ama al Conde!- exclamó con acento terrible.
La Marquesa se estremeció, quiso hablar y rompió a llorar; Marliano continuó un momento inmóvil.
-Mañana volverá usted a Génova,-dijo por fin.
En este momento varios paseantes aparecieron al extremo del emparrado; Marliano ofreció el brazo a la Marquesa y ambos se alejaron. "



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