Carta a una amiga íntima (fragmento)Mariama Bâ
Carta a una amiga íntima (fragmento)

"¡Llamar un taxi! ¡Rápido! ¡Más rápido! Mi garganta seca. En mi pecho una bola inmóvil. ¡Rápido! ¡Más rápido! ¡Al fin el hospital! El olor de las supuraciones y del éter mezclados. ¡El hospital!
Rostros crispados, una escolta llorosa de gente conocida o desconocida, testigos a su pesar de la tragedia atroz. Un pasillo que se prolonga, que no termina de prolongarse. En su extremo, una pieza. En la pieza, una cama. Sobre esa cama, Modou tendido ya, aislado del mundo de los vivos por un lienzo blanco que lo cubre por completo. Una mano avanza, temblorosa, y descubre lentamente el cuerpo. Bajo el desorden de una camisa azul de rayas finas, aparece el pecho, velludo, quieto para siempre. Ese rostro inmovilizado en el dolor y la sorpresa es el suyo, suyas son esa frente despoblada, esa boca entreabierta. Quiero tomar su mano. Pero me apartan. Oigo a Mawdo, su amigo médico, explicarme: "Crisis cardíaca fulminante acaecida en su oficina mientras dictaba una carta. La secretaria tuvo la presencia de ánimo para llamarme". Mawdo cuenta su llegada tardía con la ambulancia. Yo pienso: "el médico después de la muerte". Repite en mímica el masaje cardíaco efectuado, así como la inútil respiración boca a boca. Sigo pensando: masaje cardíaco, boca a boca, armas irrisorias contra la voluntad divina.
Escucho palabras que crean a mi alrededor una atmósfera nueva en la cual me muevo, extraña y crucificada. La muerte, tenue pasaje entre dos mundos opuestos, uno tumultuoso, el otro inmóvil.
¿Dónde recostarme? La edad tiene sus exigencias de dignidad. Me aferro a mi rosario. Lo recorro afiebradamente con los dedos mientras permanezco de pie sobre mis piernas flojas. Mis riñones laten con ritmo de parto.
Trozos de mi vida surgen inopinadamente en mi pensamiento, versículos grandiosos del Corán, nobles palabras de consuelo se disputan mi atención.
-Milagro feliz del nacimiento, milagro tenebroso de la muerte. Entre los dos, una vida, un destino -dice Mawdo Ba.
Miro fijamente a Mawdo. Me parece más alto que de costumbre en su delantal blanco. Lo encuentro delgado. Sus ojos enrojecidos testimonian cuarenta actos de amistad. Observo sus manos de elegante belleza, de fineza absoluta, ágiles manos habituadas a descubrir el mal. Esas manos, movidas por la amistad y una ciencia rigurosa, no pudieron salvar al amigo. "



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