Baruc en el río (fragmento)Rubén Abella
Baruc en el río (fragmento)

"Padre salió de la cabina y, con la aflicción agarrada a la garganta, castigado por el sol implacable, se encaminó hacia el hotel Avalón. Hoy ya no está. Hace tiempo que lo derruyeron, junto con los edificios colindantes, para hacerle sitio a un centro comercial. Pero en aquella época era el hotel preferido de los ejecutivos y los amantes. A los primeros les gustaba el gimnasio de la última planta -desde cuyas bicicletas estáticas se veía la mole grisácea de la ciudad, atravesada por la herida viva del río- y el rigor estandarizado de sus servicios. Los amantes iban porque quedaba a desmano, convenientemente alejado del centro, pero sobre todo por las bañeras con hidromasaje y las camas de dos por dos, lujos que, por aquel entonces, nadie que yo conociese podía presumir de tener en su casa. El hotel era blanco y alto como una monumental tiza puesta de pie, y tenía las ventanas cuadradas, con los cristales ahumados. Se diría que, al diseñarlo, los arquitectos habían previsto el uso que iba a dársele y habían querido protegerlo de toda intromisión, incluso de las provenientes del aire. Padre se detuvo a la entrada a las doce menos diez. Había venido todo lo rápido que le había dejado el calor. Falto de aliento, con la camisa macerada en sudor, lanzó una mirada nerviosa a través de la puerta giratoria. Vio al recepcionista, un joven bronceado y sonriente. Vio a dos hombres de traje sentados en los sillones del hall. Podía ser cualquiera de ellos, pensó. El amante. El otro. Echó una ojeada a su alrededor. Era una calle tranquila, con poco tráfico, flanqueada por bloques de pisos nuevos. En la acera opuesta, a la sombra de un plátano, había un banco con dos asientos, uno orientado hacia las casas y el otro hacia la carretera. Padre cruzó la calle. Se sentó mirando al hotel. Apoyó los antebrazos en los muslos. Y, medio ahogado en su propia angustia, susurró:
-Esto es el infierno. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com