Cántico de las manos "No mariposas, no pájaros, no nubes, volad, vosotras sois el puro vuelo, el del gesto que marca el pensamiento –vuelo del alma por las altas cimas–. Rubricad, húmedas gaviotas, el blanco rito de la acción sobre el ancho mar de la palabra en espera del éxtasis seguro de pétalos surcando el infinito. Sois la forma y modeláis la forma; en vuestro hueco nacieron delicadas íntimas, perdurables, la gracia y la belleza. Vuestras agudas flores en racimo, de curvas gráciles, crean los aromas que las sensibles palmas dan al viento. El pincel y el buril son vuestros nervios y el verso se desliza de la frente por los dulces canales de las venas, hasta salir de la prisión suave de vuestros dedos tensos, hecho canto. Sois la forma y modeláis la forma; gesto y medida, el equilibrio exacto. Sois el amor también. ¿Qué sin vosotras la lentitud de la caricia, el gesto rudo y ardiente de intensidad agobiante? ¡Íntima languidez de vuestro vuelo girando del deseo al abandono! El tacto es la verdad; solo la piel sabe del elemento primordial del fuego. El hambre de los ojos solo sacia el tacto, y el bien únicamente es nuestro cuando lo moldeamos en las palmas o lo encerramos en la ardiente cárcel de los dedos febriles, sensitivos. El nardo y la magnolia nos doblegan porque su aroma, de tan denso, es táctil, carne de flor que nos seduce siempre con engaño de oscura dulcedumbre. Nunca será el amor sin vuestro celo, guardadoras del ámbito secreto que ilumináis, súbitamente aptas. ¡Oh, difícil camino de las rosas lleno de espinas ávidas de sangre! ¡Oh, difícil camino, crispadura de los tallos sensibles, que mordiendo las palmas clavan con su agudo rastro! Los celos hierven en la frente oscura y el corazón asaltan mientras tiemblan y se recogen vuestros nervios tensos. ¿Qué sin vosotras la dureza, el grito de la pasión que en huracán estalla? ¿Qué sin vosotras la tierna vigilancia de los ojos en el adiós desgarrador? Postreras en el gesto sois aves melancólicas, sin nido, errantes para siempre, acaso. La ausencia es ritmo delicado y triste; solo vosotras dibujáis la tarde con su curva suave y defraudada. Amadas sois, amadamente estrechadas en la amistad perfecta, seguro puerto del dolor, agua clara de la fe y confianza, os embellece ese gesto de protección tan fácil que arrastra vuestro vuelo hacia el amigo para apartar el duelo de su frente aunque os marque con fuego duro arrojo en vuestra suave y generosa entrega. Punto de caridad que enciende grave la ilimitada abnegación del alma, que chorrea la miel del abandono de todo bien sin límite egoísta. Santas manos os llamaréis entonces. Ojos, lagos secretos; labios, sed insaciable; manos, gesto del aire y para el aire. Esquivas gaviotas, palomas en arrullo preferido, magnolias en reposo perfumado, reinas sin rostro, esclavas sin rodillas... No; manos, solo manos gráciles y ligeras con eterno renuevo y un antiguo saber todas las cosas. " epdlp.com |