El decrecimiento explicado con sencillez (fragmento)Carlos Taibo
El decrecimiento explicado con sencillez (fragmento)

"Con frecuencia somos víctimas de las grandes cifras que se nos imponen. Y, sin embargo, hay que prestar atención a esas grandes cifras porque muy a menudo son la fuente de interesados engaños y manipulaciones. Propondré dos ejemplos de lo que quiero decir y lo haré con el propósito de identificar las numerosas trampas que rodean a los indicadores económicos que el sistema que padecemos se empeña en aplicar. El primero de esos ejemplos nos retrotrae al decenio de 1970. Fue entonces cuando un premio Nobel de Economía, Wassily Leontieff, acometió una comparación entre los sistemas de transporte de Estados Unidos y de China. A primera vista tal comparación se antojaba un tanto fuera de lugar a tenor de las disparidades alarmantes que exhibían una y otra realidad. Mientras Estados Unidos contaba con el que parecía ser el sistema más desarrollado del mundo, resultado de la disposición de muchos miles de kilómetros de autopistas, de millones de automóviles y de un consumo muy alto de gasolina por habitante, China —hablo, no se olvide, de cuatro décadas atrás— no se asomaba siquiera a los anuarios estadísticos: en su territorio apenas había autopistas, el número de coches era muy reducido y el consumo de gasolina irrisorio.
Y, sin embargo, cuando llegaba el momento de calibrar cómo esos dos sistemas de transporte satisfacían muchas de las necesidades reales de la población, saltaba la sorpresa. El norteamericano medio necesitaba invertir casi una hora de viaje en automóvil para desplazarse a su trabajo, se veía comúnmente inmerso en formidables atascos que dañaban sus nervios y el medio natural para, en fin, llegar muchas veces tarde. El chino medio, en cambio, residía a cinco minutos en bicicleta de su puesto de trabajo, podía dormir más, no padecía los efectos de atascos gigantescos y, en suma, llegaba en hora. Leontieff se preguntaba cuál de esos dos sistemas de transporte —el teóricamente más desarrollado, orgulloso de sus grandes cifras, o el más primitivo— satisfacía de manera más razonable las necesidades de la población, no sin considerar, claro, que era bien posible que el chino medio no ingiriese el número de calorías necesario para llevar adelante una vida digna. "



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