Una casa en Bleturge (fragmento)Isabel Bono
Una casa en Bleturge (fragmento)

"Él colocó dos sillas en la terraza delante de la planta de romero, se agachó y encendió una cerilla. La planta seca ardió al instante. Yo me levanté y me escondí en un rincón, agachada, donde el humo no pudiera ahumarme la ropa. Mientras el fuego subía yo pensaba en los vecinos, en sus sábanas tendidas, en sus hijos durmiendo con las ventanas abiertas. Al cabo de unos segundos la humanidad entera, sus tristes trapos y hasta sus hijos recién nacidos dejaron de existir. El fuego y yo. Las llamas nos hacen desear otra vida, pensé.
Renunciando cada uno a sus sueños miramos aquellas llamas.
Cuando solo quedaba el esqueleto negro con las puntas encendidas crepitando, él se agachó de nuevo intentando prender lo que restaba, pero el aire apagó la cerilla, y yo, en silencio, como si rezara, le pedí a la oscuridad que no dejara que volviera a arder, que no regresara el fuego. Después de cuatro intentos él lo dejó por imposible.
Quise estar lejos, buscar una habitación a oscuras, pero las puntas de las ramas seguían vivas, luciérnagas naranjas en los huecos de un verano que terminaba, y no podía dejarlas allí, brillando para nadie. El mismo aire que había apagado las cerillas ahora alentaba las puntas del romero, las hacía respirar, apagarse y encenderse. Boqueaban como los peces marrones del río. Poco a poco fueron perdiendo el ánimo, el deseo, la respiración.
Mañana, pensé, el romero calcinado parecerá un coral negro, un ser vivo que nadie supo cuidar."



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