El bloque (fragmento)Jérôme Leroy
El bloque (fragmento)

"En el fondo, te hiciste fascista por el coño de una chica.
La frase te hace sonreír, por primera vez en todo el día.
Parece un epitafio: Antoine Maynard, se hizo fascista por el coño de una chica.
Pero ya no sonríes: sabes que, en estos momentos, en algún lugar de la ciudad, unos hombres quieren matar a tu amigo. A tu hermano. A tu colega. O a tu ángel malo, como se decía en las novelas del mundo de antes.
Stanko.
En realidad, deberías haberte limitado a escribir novelas.
Apenas lo piensas, comprendes cuánto te mientes, cuánto te habrías aburrido haciendo carrera en el mundillo literario, suponiendo que hayas conseguido algo más que un éxito de crítica en círculos muy «adscritos». Adscritos a la extrema derecha, para hablar claro.
De todas formas, las cuatro novelas que llevabas dentro, las sacaste. Fueron recibidas con bastante frialdad, salvo la primera. Se sabía quién eras, cuáles eran tus lealtades. La moda todavía no era el rearme moral, como hoy en día. La lucha era contra el enemigo interior, islamista e izquierdista, incluso islamo-izquierdista, para no dejarnos a nadie. La moda todavía no era el vergonzoso canguelo de todo un país, que hoy os lleva a las puertas del poder, después de haberos hecho aceptables, gracias, sobre todo, a Agnès.
Vuelves a sonreír, ahora, con un poco de amargura: si la próxima semana, como es de prever, te conviertes en secretario de Estado —no sabes de qué, y te la trae floja—, te divertirás publicando una nueva novela, para ver qué se siente estando entre aquellos a quienes los medios reverencian y halagan. Y, ya puestos, te las arreglarás para que reediten en bolsillo las cuatro anteriores. Tú no estás por el perdón de los pecados. Si tienes la oportunidad de hacer agachar las orejas a unos cuantos voceros de la izquierda pijicultureta, no la desaprovecharás.
Si todo pasa más o menos como está previsto, llevarás la broma hasta hacer que te inviten a dos o tres programas sobre libros presentados por fulanos que tendrán que tragarse el orgullo. Eso sí, les dejarás una salida, te comportarás como un gran señor, les permitirás ser un poco insolentes, si es que todavía se atreven. De todas maneras, las instrucciones del Bloque son claras: nada de triunfalismo. Perfil bajo. Cogemos los ministerios. Ejercemos el poder. Nos hacemos respetables. Competencia. Estrategia del último recurso. Estos últimos meses, Agnès ha insistido en ello. Nada de cazas de brujas ni venganzas personales.
De momento.
Aun así, esto será muy distinto a lo de los años noventa: entonces, cuando te invitaban a esos programas era para que sirvieras de saco de entrenamiento a la buena conciencia de los antifascistas de tres al cuarto, de los antirracistas con chacha tamil no declarada y de los postsesentayochistas que llevaban treinta años a los mandos, se las daban de libertarios, se proclamaban partidarios del progreso y no habían usado la palabra «obrero» desde que habían bajado de las barricadas para convertirse en magnates de la prensa o diputados europeos. Y que todos los años publicaban la misma autoficcioncita de mierda, la misma biografía sobre un héroe intocable de la Resistencia, tras el que escondían su propia nulidad, o incluso el mismo ensayo liberal-libertario sobre la maravillosa globalización.
En esos programas, necesitaban a un hijo de perra, y tú interpretabas el papel que querían que interpretaras a las mil maravillas. Sabías que, desde el punto de vista mediático, era suicida, pero lo dabas todo.
Una de las peores miradas de odio que hayas visto a lo largo de tu vida, y mira que has visto, fue la de una maquilladora, una chica de origen árabe. Viste ese odio, reflejado por el espejo, mientras te borraba las ojeras a base de pinceladas tan feroces como altivas, antes de que entraras en el plató.
Odio y, seamos justos, también angustia. Le dabas miedo.
Para empezar, estaba tu físico, tu corpulencia, el halo de brutalidad que parece emanar de ti y hace que tanta gente se sienta incómoda. Stanko produce más o menos el mismo efecto.
Luego, tu pertenencia al Bloque, a los círculos próximos a los dirigentes del Bloque. Estaba convencida de que, si hubieras podido, la habrías violado y después la habrías repatriado en un barco que habrías hecho hundir en mitad del Mediterráneo. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com