Poema a los cabecitas negras "Dejadme sonreír; permitidme que sonría con la certidumbre manca de los hombres bizcándome cada parte de nuestra humanidad. Aquí, en Buenos Aires, de acuerdo con la cartografía que yo apuntalo se desparrama una fortaleza de la cual siempre he hablado y que morirá hablando a través de mi cuerpo: Buenos Aires. Entre un río que golpea desatinada y genesíacamente todos los tiempos de la terrible felicidad humana. Entre ese río y la dispersión rala de los extramuros, y después el campo, la planicie de sedimento. Dentro de este contorno polémico, Buenos Aires. Hombres polémicos que estamparán su pena en la noche estrellada: Buenos Aires. Y volcando, desencadenando sus represas perfectas el Norte ya cantado, represas fijas al fondo, al fondo de la tierra por el cuño d Dios, no las obras de Dios, por el esqueleto de Dios, no la revelación de Dios. Por estos minutos huecos de tierra debemos recomenzar la búsqueda? Hemos palpado al nacer, en nosotros, glóbulos, glóbulos perfectos que impensadamente también por estos espacios del mundo nuestro: Buenos Aires. Pero cuando el flanco se agita con la final molicie, cuando el descuajado talud se abandona a su resbaladizo e incontenible fin, el corazón que ama la plenitud despliega su alarido despeña su urgente necesidad de aurora, y entonces el Norte nuevamente como también eterna eternamente, por los diminutos huecos de tierra comienza a arrojar las amontonadas las contenidas represas las infinitas gotas los receptáculos del vino añejo; cabezas, cabecitas negras, padres en los frutos válidos. Dejadme sonreír, permitidme que sonría Alguien, algunos acaso pueden pueden todavía vencer a la Muerte? " epdlp.com |