Te daré la tierra (fragmento)Chufo Lloréns
Te daré la tierra (fragmento)

"Un momento de silencio se estableció entre el confesor y el penitente.
-Veréis. El caso es, como os he dicho, que soy viudo. Mi esposa aportó al matrimonio una hija del suyo anterior, que ahora ha cumplido trece años. Es hermosa como una gacela; sus formas se insinúan bajo su túnica aunque todavía no están definidas, sus senos son dos fresones salvajes...
-No sigáis por ese camino, pero continuad.
La voz de Montcusí prosiguió, con voz ronca y desgarrada.
-El amor filial que sentí por ella mientras vivió su madre se ha convertido en una pasión aniquiladora. Se me subleva la sangre cuando veo que le ha llegado el tiempo de merecer y pienso que puedo matar al que se acerque a su lado y la pretenda.
El sacerdote escuchaba atentamente.
-¿Qué puedo hacer, padre? -preguntó el consejero, cabizbajo.
-Debéis apartarla de vuestro lado. La proximidad de la mujer es tremendamente nociva. Desde que nacen son las grandes tentadoras; ved que Adán fue feliz en el paraíso hasta que el Señor creó a Eva. Tienen el mal en las entrañas y desde niñas gozan de la malignidad de la serpiente. Os aconsejo que la obliguéis a entrar en un convento. Allí moderarán sus ansias de pecado porque, aunque la creáis una criatura inocente, ella conoce muy bien la forma de tentaros, y vos, pobre pecador, estáis inerme ante su descaro.
-Padre -replicó Montcusí, casi sin voz-, no me veo capaz de apartarla de mí.
-Entonces os condenaréis, y si no tenéis un propósito de enmienda no podré daros la absolución.
-Padre, aunque arda en el fuego de los infiernos no soy capaz de vivir sin ella. Mis días transcurrirán grises y monótonos, sin motivo alguno. Si mis ojos no pueden gozar de su presencia, entonces me convertiré en un muerto en vida.
-Hijo querido, luchad contra la tentación que se ha instalado en vuestra vida. No es vuestra la culpa, es que así es la natura. Para el hombre la edad no importa; una niña, en cuanto pesa treinta libras, es una mujer. El Señor, que en nada puede equivocarse, dijo al crear al hombre "creced y multiplicaos". Por tanto, en cuanto a una hembra le llega la flor, es que es tiempo de merecer y por tanto de preñarse. ¿Por qué no la desposáis? Nada como el matrimonio para mitigar los ardores de la pasión carnal.
-No puedo, padre. En su día la prohijé y es sabido que la Santa Iglesia no permite ayuntamiento carnal entre padrino y ahijada.
-Pero existen bulas y licencias; podéis demandar una de ellas.
-Debo deciros que ella jamás consentiría.
-Entonces, hijo mío, mala solución tiene vuestro dilema. Sin embargo, aunque hoy sin vuestro propósito de enmienda no puedo daros la absolución, no dejéis de venir a verme; veremos con el tiempo cómo trampeamos esta contrariedad. Rezad mucho, hijo mío: la oración es el único escudo contra el maligno, que adopta en infinidad de ocasiones el cuerpo de la mujer. "



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